Dos son familia

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Mentiras piadosas

La comedia francesa por lo general se divide en tres categorías que suelen mezclarse en cada film individual, léase la romántica, la costumbrista familiar y la social/ racial. Como ocurre en casi todo el globo, las vertientes del género están tamizadas por la perspectiva narrativa liviana del cine norteamericano y por su tendencia hacia la reformulación de premisas en propuestas que pueden ser o no remakes explícitas de otras películas. Tiempo atrás los europeos no eran adeptos a las relecturas pero hoy el panorama cambió, pensemos en el caso de la italiana Perfectos Desconocidos (Perfetti Sconosciuti, 2016), que tuvo una remake griega y pronto tendrá otra española, o el de la francesa El Nombre (Le Prénom, 2012), que tuvo su relectura italiana en 2015, o el de la holandesa The Dinner (Het Diner, 2013), que a su vez tuvo una remake italiana en 2014 y otra estadounidense en este 2017.

Dos son Familia (Demain Tout Commence, 2016) amplía aún más el alcance geográfico del asunto porque es una reinterpretación directa de la mexicana No se Aceptan Devoluciones (2013), de Eugenio Derbez, una comedia dramática muy interesante que en esta ocasión los galos reproducen casi al pie de la letra, logrando además la proeza de no dejar en el camino las características positivas del film original. La historia es exactamente la misma: estamos frente a un mujeriego (antes de Acapulco, ahora de Marsella) que se ve ante el “problemita” de una paternidad no esperada cuando una chica, con la que vagamente recuerda haberse acostado, le deja una beba de unos pocos meses, le dice que es su hija y se marcha de golpe. El susodicho parte hacia la ciudad de residencia de la madre (antes Los Ángeles, ahora Londres) para encontrar a la mujer, pero al no hallarla termina asentándose allí con la nena.

Todo el peso del relato y su sustrato cómico nuevamente recaen en el actor que interpreta al protagonista principal: así como el propio Derbez en el opus azteca se cargaba la película al hombro -a través de su Valentín- y salía airoso a puro histrionismo, hoy es el extraordinario Omar Sy, en la piel de Samuel, quien consigue transmitir toda la algarabía, la delicadeza y el amor que la trama necesita. Dos son Familia jamás apela al grotesco infantiloide ni a la parodia intra género ni a los chistes burdos ni a cualquier otro dispositivo barato de las comedias norteamericanas actuales, ya que se ubica en un terreno más cercano al choque cultural clásico (Samuel no aprendió inglés a pesar de que vive en Londres junto a su hija Gloria, interpretada por Gloria Colston, desde hace ocho años), la fascinación con el mundo del espectáculo (el hombre trabaja como doble de riesgo en una serie televisiva de enorme aceptación) y la lógica de engañar sistemáticamente a la nena para que no sepa la verdad (Samuel le dijo que su mamá es una “agente secreta” que recorre el planeta y por ello no tiene tiempo de darse una vuelta por Londres para verla, a lo que se suman mails falsos y coloridos montajes fotográficos de las supuestas misiones de la mujer alrededor del globo).

La realización posee dos partes bien marcadas que responden a dialécticas distintas, la primera abarca la construcción -más hilarante que trágica- de la situación en la que se encuentra el hombre y la segunda el terremoto -más trágico que hilarante- que causa la reaparición de la madre, Kristin (Clémence Poésy), un “cambio” que comienza tranquilo y desemboca en una batalla judicial por la custodia de la pequeña. La obra fue dirigida por Hugo Gélin, un cineasta con poca experiencia en largometrajes que, al igual que Derbez, de todas formas se las arregla muy bien para exprimir los diferentes ribetes del planteo en general, siempre apostando por el respeto hacia los personajes y la inteligencia del espectador en un combo que saca partido de los secundarios, las buenas intenciones de Samuel y los giros narrativos del último acto. Si bien la película nos aclara una y otra vez que su eje es la imprevisibilidad de la existencia y el miedo a la fragmentación familiar, en realidad casi todo el devenir se basa en la interrelación de mentiras piadosas que el protagonista teje para proteger a Gloria del dolor que podría ocasionarle la verdad, no sólo la del abandono consciente de su madre sino también la vinculada a otro gran secreto. En este sentido, la estrategia hedonista de ensalzar un presente feliz a costa de no conocer las sombras que acechan termina funcionando con dignidad al tratarse de una menor, un ideario subrayado desde el título original del film, ese “mañana todo comienza” que pone de manifiesto el ciclo de nubarrones e improvisación -sustentada a su vez en los errores y los aciertos- que constituye la vida de cada uno de nosotros en mayor o menor medida…