Doctor Strange: Hechicero supremo

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Un superhéroe místico

Un nuevo y atípico superhéroe fue lanzado a la pantalla. La primera película de la franquicia, además de tener en marcha cuatro secuelas sobre este personaje creado por Stan Lee en los años 60, deja abierta la puerta para desarrollar en el futuro subtramas y personajes secundarios.

Aunque los efectos generados por computadora ya son un protagonista más, en este caso Stephan Ceretti, responsable de casi todos los tanques de los últimos años como "Harry Potter", "Thor" o "Guardianes de la galaxia", fusionó la geografía plegable al estilo de "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" o "El origen", con la psicodelia de los 60 y los bucles temporales de "Miss Peregrine y los niños peculiares" o "Hechizo del tiempo".

   Doctor Strange es un neurocirujano tan brillante como arrogante que después de un accidente pierde la posibilidad de usar sus manos. Decepcionado con la medicina tradicional, alguien le dice que en un templo de Katmandú podría estar la cura, pero allí, además de renunciar a su vanidad, descubrirá que la ciencia es sólo una parte del conocimiento.

Strange (Benedict Cumberbatch) y Ancestral (Tilda Swinton), su mentora y una especie de suma sacerdotisa del tiempo y la mente, encabezarán, además, una lucha contra el líder de una facción al servicio del mal. Humor, un héroe excéntrico, acción y dos muy buenos intérpretes completan este filme que promete acción por unos cuantos años y que, como siempre en la línea de Marvel, tiene una intervención de Stan Lee en una breve y cómica escena en la que lee su propio trabajo.