Django sin cadenas

Crítica de Luis María Fittipaldi - RosarioCine

Por mis Pistolas

Quentin Tarantino no es un prodigio de creatividad, sino es más bien un maravilloso copista. Calca a la perfección al cine de los 60, 70 y 80 que seguro vió mucho cuando trabajaba en una tienda de videos, y que su visión en extremo cinéfila lo lleva a rendir culto a un cine de subproductos, aún más abajo de la clase b y el cual redondea con una absoluta estética bizarra, sin embargo desmesurado como es retorna ahora con cierta prolijidad narrativa.
Su cine homenajeó antes al género blaxploitation ("Jackie Brown"), a los filmes de acción asiáticos ("Kill Bill"), a las bélicas de grupo ("Bastardos sin gloria"), a las de carretera ("A prueba de muerte") y muy relevantemente al género Noir/Crimen ("Perros de la calle", "Pulp Fiction"), ahora la arremete con sentido culto al género "Spaghetti-western", tomando prestado al personaje ícono "Django", nacido en 1966. Aquí salvo el nombre y la utilización de cierta música original, más la presencia gentil y breve del intérprete de aquella: Franco Nero, nada reviste concomitancia o similitud, esta propuesta es otra cosa.

Partiendo de un "Django" negro y esclavo (Jamie Foxx contenido) que es liberado a cambio de información por el cazarecompensas Schultz (brillante y excepcional Christoph Waltz)para embarcarse en una historia de caminos y venganzas, Tarantino aquí apuesta por mostrar como pocas veces individuos de alma, o sea por no decir humanitarios, donde irán a recuperar la esposa del personaje principal, una negra que es martirizada y también esclava dentro de una plantación inmensa llamada Candyland, donde su dueño Calvin (Leo Di Caprio al palo) tiene como entretenimiento adiestrar esclavos "mandingos" para que se maten entre ellos. La brutalidad y ferocidad de éste se acompaña con su lacayo (Samuel L. Jackson, negro pero déspota infame y sumiso de su amo).
Sin dudas el pecado uno de Q.T. es alargar una historia que bien podría ser más corta, llenarla de imágenes generosas en balaceras y estallido sanguinolento, pero que entretiene y hasta divierte como las reflexiones de Schultz o inolvidables diálogos cómicos entre los jinetes que se parecen al "Ku Klux Klan".
Reviste de coloración y fotografía al estilo de aquellos filmes de cowboys del pasado y hasta incluye una interminable banda sonora con re-utilización de soundtracks de Ennio Morricone, del argentino Luis Enríquez Bacalov -autor de los temas de otrora de la peli "Django"-, algunos modernos rapeados o llamativos como James Brown, Jim Croce, Johnny Cash, hasta Franco Micalizzi con su tema de títulos de "Me llaman Trinity". Igual hace con hacer participaciones curiosísimas que solo pueden disfrutar los cinéfilos avezados, mete en papeles rápidos o a veces insignificantes a veteranos actores como Russ Tamblyn, Don Stroud, Tom Wopat -uno de los "Duques de Hazzard" de la tevé-, Ted Neeley -aquél Jesús de "Jesucristo Superstar"-, Lee Horsley -olvidado actor de "Matt Houston", éxito de los 80 de la TV-, Robert Carradine, Bruce Dern, Michael Parks, y así.
El Tarantino "style" sigue vigente, y puede ser muy "cool" para sus fans, y -en el caso nuestro- agradecido hacedor de homenajes tardíos, pero si se puede hacer arte de esto con su ya cimentada estética del copiado, a lo cual suma más, entonces estamos por cierto ante un espectáculo valedero y fiel asi mismo.