Django sin cadenas

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

La tierra que tuvo esclavos

Desaforada y sangrienta, absurda a veces, entretenida siempre, con toques de humor y megalomanías varias, "Django sin cadenas" destila intensidad narrativa. Quentin Tarantino sigue desafiando al espectador con su crítica y real visión de la América esclavista, su violencia ilimitada y la potencia de su creatividad.

La historia se inicia dos años antes de la Guerra de Secesión. La esclavitud, arraigada en el mundo, comienza a ser cuestionada y abolida paulatinamente. Los estados del Sur de la Unión, la mantienen bien entrada el siglo XIX por razones fundamentalmente económicas. Con la gran oleada de inmigrantes europeos, contrarios a la esclavitud, seguramente habrá venido este alemán llamado King Schultz (Christoph Waltz), un caza recompensas de profesión, que en épocas de escasez se gana la vida como "sacamuelas" trashumante.

Ante un grupo de maleantes que llevan un grupo de esclavos negros, Schultz traba relación con Django (Jamie Foxx), un moreno musculoso que acepta acompañarlo para ayudarlo en su tarea de cazador de blancos buscados por la ley.

A cambio de sus servicios, el dentista también tratará de encontrar a su esposa, Groomhilda (Kerry Wasghinton), una esclava separada de él por bandidos.

EL MALVADO CALVIN

Las aventuras serán incontables y finalizarán con la visita a la plantación del malvado Calvin Candie, que vive en su mansión de Candulyand, en Mississippi, ayudado por un fiel servidor negro, llamado Stephen (Samuel L. Jackson).

El filme de Tarantino habla del mundo de la esclavitud, del amor, la amistad y fundamentalmente se desarrolla con el motor de la venganza. Lo original de la narración está en su condición de híbrido en cuanto a géneros.

Su estructura se asemeja a la de los clásicos "spaghetti western", de los "60 y "70, que fueran financiados por capitales italianos y españoles. Toma elementos del cine de terror (el personaje de Schultz y su caballo Fritz, remiten al "Joven Frankenstein", de Mel Brooks), recurre a locaciones de películas de cowboys preferidas por Tarantino, como "Río Bravo", de Howard Hawks y parodia figuras consideradas fuertes por el western tradicional como el sheriff y el alguacil.

Por si lo mencionado fuera fuera poco, el director y guionista instaura la pareja masculina en la que uno ejerce la docencia y el otro la acepta y la utiliza a su modo (Schultz y Django) y también la pareja "romántica", caso Django-Broomhilda, que como buena "pareja Tarantino", se apasionan más en la ausencia que en el contacto físico.

BANDA SONORA

La estupenda banda de sonido no tiene prejuicios en vincular a Luis Bacalov, con Ennio Moricone, la música country, o el hip hop, con la balada más melancólica. El anacronismo es la salsa del estilo Taratino, a propósito podemos sumar la reproducción de la leyenda de Sigfrido y Brunilda, de la tradición germánica, contada casi en forma de historieta y como lo haría un adolescente pop frente a su barra de amigos.

Desaforada y sangrienta, absurda a veces, entretenida siempre, con toques de humor y megalomanías varias, "Django sin cadenas" destila intensidad narrativa, dominio del lenguaje y las actuaciones de ese prodigio llamado Christoph Waltz, un notable Leonardo DiCaprio de garras impensadas en su papel de Calvin Candie y la sorpresa de Jamie Foxx (Django), con un seguro crecimiento actoral a lo largo del filme. Además de un siempre efectivo Samuel L. Jackson, como el fiel servidor Stephen.

Quentin Tarantino sigue desafiando al espectador con su crítica y real visión de la América esclavista, su violencia ilimitada y la potencia de su creatividad.