Django sin cadenas

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Los muchos excesos no quitan lo brillante

Durante más de una hora y media, es decir. la duración de una película razonable, este extraño western blaxploitation tiene momentos brillantes y está a la altura de lo mejor de Tarantino. Lamentablemente, el último tercio de esta extensa película se derrumba en ritmo y sustancia, y justo cuando podría cerrarla tan brillantemente como la empezó y desarrolló, el director se deja llevar por sus excesos de autor y la arruina horriblemente.

El film comienza con la misma tipografía de créditos e incluso la canción original de Luis Bacalov del Django original de 1966 dirigido por Sergio Corbucci. Pero este Django es negro: Jamie Foxx es liberado pr el cazador de recompensas Christoph Waltz para que lo ayude a identificar a unos hermanos buscados por la ley que lo tuvieron como esclavo a él y su esposa, y que no los trataron precisamente bien. Django acuerda con su nuevo captor que lo ayudará si, a su vez, él lo ayuda a recuperar a su mujer, a quien los temibles villanos vendieron por separado. La búsqueda los lleva a la sofisticada plantación del magnate Leonardo DiCaprio, que usa a sus exclavos para luchas de mandingos (referencia a un film de Richard Fleischer), y ahí las cosas se complican para todos, en especial también para la trama que se retuerce entre diálogos que no llevan a ninguna parte y que no tienen mucho que ver con el homenaje al spaghetti western que Tarantino plantea en un principio.

Las actuaciones y guiños cinéfilos de todo tipo y calibre no constituyen lo único que ayuda a recomendar el film más allá de su notable falta de equilibrio. La fotografía de Robert Richardson (cinematographer de algunos de los mejores trabajos de Martin Scorsese y Oliver Stone, como Casino y JFK, además de varios films de Tarantino) logra reunir la estética del eurowestern con la del cine blaxploitation setentista de una manera formidable y, por otro lado, Tarantino no sólo arma varias secuencias notables sino que también las dota de diálogos riquísimos en humor macabro. Además, casi cada escena está poblada de un alucinante cast de figuras de culto (empezando por el mismísimo Franco Nero, al que hace aparecer al mismo tiempo que el superastro DiCaprio). La lista es interminable, pero podemos citar a Bruce Dern, Tom Savini, Don Stroud, James Russo, James Remar, Lee Horsley y Russ Tamblyn (y por supuesto el mismo Tarantino no podía dejar de tener su propio cameo).

Tal vez del reparto principal el que más se luce dentro de las posibilidades de su estrambótico papel es un avejentado Samuel L. Jackon, pero igual que los demás protagonistas, cae envuetlo en los excesos tarantinescos, a los que les termina sobrando demasiadas palabras y, evidentemente, un productor que modere sus ínfulas de genio terrible, lo que hubiera redundado en una muy buena película en lugar de esta gran obra fallida.