Django sin cadenas

Crítica de Daniel Castelo - Infonews

Tarantino más clásico que nunca

Con Leonardo Di Caprio y el gran Christoph Waltz, el director de "Pulp Fiction" y "Bastardos sin gloria" volvió con todo pero a caballo, en un homenaje clásico al género del western, pero fiel al estilo que marcó a fuego al nuevo cine de Hollywood.

Quentin Tarantino lo hizo de nuevo: una película con estiletazos posmodernos, basada en originales hechos por otros y a la vez transformados en obra personal, en estilo del no estilo. El director de Pulp Fiction estrena su película más clásica, con la estructura que ya le vimos en Bastardos sin gloria pero con una madurez narrativa distinta aunque tan elocuente como siempre.

Foxx y DiCaprio en una escena del film
Foxx y DiCaprio en una escena del film

La trama gira en torno a un esclavo, Django (Jamie Foxx) que es comprado por un cazador de recompensas alemán (Christoph Waltz) para que lo lleve hasta el botín que tiene entre ceja y ceja: la captura de un par de asesinos. Según su promesa, una vez que de con ellos liberará a Django, aunque la relación que entablan ambos dispara mucho más que ese mero trámite.

Django también tiene un objetivo, liberar a Boomhilda (Kerry Washington), su esposa, a quien perdió en el mercado de esclavos años atrás.

El hombre que en la década del 90 pateó el tablero del mainstream a fuerza de bordear los extremos y poner en primer plano lo que suele quedar fuera de cámara, volvió a la pantalla grande con su producción de tono más clásico. No sólo porque Django Unchained es un enorme homenaje al western (quizá el género paradigmático de Hollywood, junto a la comedia musical) sino también porque se trata de una obra formalmente compuesta con ese tono, el de los clásicos sin edad.

Visualmente, Tarantino continúa la línea que ha transitado siempre, vertiginosa en las secuencias de acción, con la violencia exacta y precisa que el guión ordena. El guión, amo y señor de la carrera de un realizador que ametralla de certezas al público, que sopapea a los desprevenidos con acción animal y sangre de diseño (Mr. Quentin trabaja con el mismo equipo que le "fabrica" la sangre artificial desde su primer film).

La primera media hora de Django... es cine clásico en estado puro, un western que podría estar protagonizado por Clint Eastwood o el mismísimo John Wayne en sendas versiones filo progresistas. El resto, más de eso y más del Tarantino style, incluso con algunos pasajes que remiten a Perros de la calle, en la forma en que la cámara esquiva lo explícito, el gore, y elije el fuera de campo. Efecto retro en todos los sentidos, en medio de una época en la que el cine opta una y otra vez por la cámara quirúrgica, con las tripas al viento y lo explícito como norma.

En ese marco, es fundamental lo de Christph Waltz, que enamoró a la cinefilia universal en el film anterior de Tarantino, Bastardos sin gloria, y que acá reafirma que es uno de los grandes nombres de la actuación estadounidense. Por su parte, Jamie Foxx hace lo suyo y Leonardo Di Caprio no se queda atrás, como un villano más que bien logrado.

Una vez más, Tarantino ratifica que está al frente del cine que dio vuelta la hoja de la historia de Hollywood. A pura muerte, a todo gramo.