Dixit

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

¿Qué potencia puede tener un documental sobre un tema ya tratado infinidad de veces, tanto en el plano de la realidad como de la ficción? la respuesta es mucha, porque el tema de la última dictadura militar es sencillamente inagotable, lamentablemente nunca pierde actualidad, como una herida que no cierra, talvez por que la misma sociedad, a veces, colabora en que no cicatrice.
Alcides Chiesa sufrió en su cuerpo las terribles consecuencias del régimen de facto, secuestrado durante un largo período, son marcas que el tiempo no pudo y no va a borrar.
Alguien dice que la mejor terapia es compartir ese dolor con los demás, abrirse, ponerse en palabras de otros quizás, y eso es lo que hace Chiesa junto a Carlos Martinez (compañeros en la escuela del Instituto de Cine en los años duros) en Dixit, narrar el dolor, no directamente el propio, sino el de diferentes testimonios, nueve para ser exactos, pero en el que se vislumbra que la mirada detrás de cámara también tiene algo para decir.
Dixit es un documental que llevó muchos años de gestación, una recapitulación de material de archivo periodístico de aquellos años que les fue entregada a los directores hace ya casi 15 años, la depuración y reparación del mismo, y ahora con el cambio de tiempo, la necesidad de que ese material vea la luz; material utilizado como separadores, como imágenes intercaladas, y que acompañan duros testimoniios del horror.
Estructurada en forma de capítulos numerados, Dixit es un documental de entrevista, distintas personas aparecen frente a cámara y relatan sus espantosas viviendas, cómo fueron capturados, qué les pasó estando secuestrados, la liberación, y el recuerdo de los que no corrieron con la misma suerte.
Nueve fuertes testimonios, difíciles de escuchar sin compenetrarse, aunque también es difícil entrar en su dolor, jamás podremos entender el sufrimiento por el que pasaron. Los capítulos son referidos a distintos centros clandestinos, cada víctima estuvo detenido en uno distinto, y sin embargo, lógicamente, los testimonios se parecen.
Hay quienes padecieron torturas físicas, vejaciones sexuales, derrumbamientos psicológicos, denigraciones humanas de todo tipo, y hasta el dolor inmenso de perder la identidad propia o tener a alguien muy cercano desaparecido, o un nieto que no sabemos dónde está viviendo con una vida que no es la suya.
La mezcla de imágenes es contundente, los archivos de medios de comunicación desnudan la complicidad, y en conjunto con los testimonios saber de qué eran cómplices lo vuelve todo más terrible.
De factura simple, Chiesa y Martinez saben que lo importante en este caso es el qué y no tanto el cómo; las palabras y las imágenes tienen tanto peso de por sí que no necesitan de gran técnica parar ser expuestas.
Sí quizás juegue en contra una duración algo xtendida de 134 minutos que en algún momento puede dispersar la atención, pero a su vez, pensar en recortar algún testimonio parece terriblemente injusto. Párrafo aparte para el testimonio de Jorge Julio Lopez, en realidad, la declaración testimonial que prestó en el juicio contra Miguel Etchecolatz antes de su desaparición en el año 2006; escuchar esas palabras dichas con tanta perturbación, miedo, un temblor propio de ver a su demonio frente a él, en el marco de los otros ocho testimonios cobran un valor inmenso, de comprensión y de dolor.
Nada ha terminado, esta es una pelea que os que la sufrieron la siguen combatiendo día a día, si algo aprendieron los sobrevivientes es que no hay que dar las victorias por sentado, y que hay marcas que nada, y menos el olvido y el perdón, pueden borrar.