Despedida de soltera

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Ellas también transgreden

Despedida de soltera es una buena comedia, para un público preferentemente joven. Los personajes tienen conductas sorprendentes, que los hacen originales, interesantes de seguir, que les da algo de vida propia y los alejan un poco de los moldes de conducta estereotipados.

Es una película desafiante, delirante, grotesca, absurda y divertida a la vez. Sólo la deslucen los cambios de velocidad. De a ratos es chispeante y dinámica, y luego se estira en porciones lentas y ambiguas.

La historia comienza con Becky, una joven que les ha dado una sorpresa a sus amigas. Aunque es la "gordita" del grupo, va a ser la primera en casarse, ¡y encima lo hará con un tipo apuesto!

Regan, Gena y Katie no pueden digerirlo. ¡Ellas lo merecían más! Si son bellas, sensuales, inteligentes y transgresoras... Así y todo, se ofrecen de buena gana para armarle a Becky su despedida de soltera, pero lo único que provocan es un gran desmadre, para colmo delante de la familia de su amiga, de bajo perfil y moderadas costumbres. Strippers y droga aparecen en escena. Pero el peor desatino es romperle el vestido de casamiento a la novia pocas horas antes de la boda. Allá irán las tres chicas, en plena madrugada, detrás de la salvación para sus almas.

El filme escrito y dirigido por Leslye Headland obviamente saca partido del cliché comercial instalado por el cine norteamericano en torno a las despedidas de soltero. Pero ofrece material para lecturas renovadas. En esta historia, las mujeres se comportan como lo hacían los hombres en esta clase de películas. En la superficie, son decididas, intempestivas, arbitrarias, desmedidas, y tratan al sexo opuesto como un objeto. Algo así como la pesadilla del jean unisex convertido en patrón cultural.

Por detrás, están el inconformismo, la rabia, la angustia, la mochila de un mundo más artificial, la ansiedad por encontrar la huella de una identidad. Aunque, hay algo que las cuatro amigas tienen claro, y es que no sólo hay que sufrir para conseguirlo; también hay espacio para festejar, y rebelarse es un camino para no dejarse ahogar por el mundo.