Trash: Desechos y esperanza

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Miseria de exportación

En general, más temprano que tarde, surgen películas que superan a sus antecesoras al referir determinados temas de manera obscena, con destino for export e intenciones de agencia turística. Ciudad de Dios (2002) de Fernando Meirelles y Slumdong Millionaire (2008) de Danny Boyle, aclamadas y premiadas en festivales y hasta con un Oscar en el último caso, vendieron pobreza al por mayor convirtiéndose en dos acabados ejemplos de la pornomiseria en el cine. Pero el inglés Stephen Daldry (Billy Elliot, Las horas, El lector) con su cine circunspecto anclado en una estética "qualité", decidió viajar a Brasil para construir una historia que transcurre en favelas surcadas por ríos de violencia, policías herederos de Tropa de élite e iluminación y música acorde al videoclip "They Don 't Care About Us" con el recordado Michael Jackson bailando en medio de las favelas a todo color.
Los protagonistas principales no son los malditos policías sino tres chicos (Rafael, Gardo, Rato) que al revolver desechos encuentran una cartera con dinero de un funcionario y una clave con destino bíblico que no dejará dormir a los políticos de turno. Alrededor de los tres amigos –más adelante se sumará una niña–­ se acomodan los bienpensantes y altruistas Julliard (Martin Sheen), un cura misionero en exceso caritativo, y la asistente Olivia (Rooney Mara), ambos abocados a disminuir el índice de pobreza mediante la palabra de Dios y algún sermón a destiempo que los involucrará en las idas y vueltas de los pequeños amigos.
En fin, miseria de exportación, la palabra santa para neutralizar las carencias, una cámara ágil y gratuita, un montaje a puro corte que recuerda a Ciudad de Dios y una mirada sobre la pobreza que causa indignación y rechazo más que vergüenza ajena.
Los últimos minutos de Trash (sí, pura basura) duplican las intenciones del inicio: la plata vuela por los aires, el bien triunfa sobre el mal, la política es una elección errónea y el cura y su asistente sonríen, tal vez, hasta el próximo caso de pornomiseria en imágenes.