David Lynch: The Art Life

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

PENUMBRAS

No es mucho más lo que aporta David Lynch – The art life, documental sobre el arte y la vida del legendario cineasta a lo ya conocido. En todo caso sí se pueden rescatar dos marcos de enunciación que parecen ser sus señas particulares.

Una consiste en el acercamiento a su intimidad creativa vinculada con sus pinturas. Lo vemos sentado con su clásica estampa y cigarrillo en mano hablando del particular método que emplea, capaz de encontrar relieves y texturas a partir de la fusión con insectos o alimentos en estado de descomposición. En un momento, un hallazgo por cierto, su pequeña hija Lula corretea alrededor y entonces se produce el claroscuro humano: la inocencia de la niña y la pesadilla de la América profunda encarnada en el particular director. Si hablamos de un hombre de contrastes, ese instante encarna desde la mirada de los realizadores, un ejemplo elocuente y poético.

El otro marco lo constituye una puesta en escena al estilo radial donde Lynch relata frente a un micrófono anécdotas personales. La evocación es la excusa para construir atmósferas y expresar a través de las palabras la combinatoria de visiones y alucinaciones que han poblado sus películas. Se trata de una especie de memoria privada signada por la peculiar voz del cineasta en la que se destacan, fundamentalmente, aspectos de la infancia y en la que no faltan además algunos videos caseros.

En definitiva, el film de Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaardes un modesto ejercicio concebido desde la admiración pero que al ser contado en primera persona gana en el terreno de la emoción.