Darío Santillán, la dignidad rebelde

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Un documento que interesa por su calidez y por su denuncia de un sistema oprobioso

Miles de desheredados del conurbano bonaerense fueron, y son, víctimas de los ajustes, de los saqueos, de la corrupción y de la inmoralidad de los sistemas políticos de turno, y frente a este desolador panorama decidieron organizarse y resistir a un sistema que los acorrala cada día más. Entre este enorme grupo de hombres, mujeres y niños que tratan de forjarse un mejor porvenir se destaca el nombre de Darío Santillán, un joven de 21 años que el 26 de junio de 2002 fue asesinado, junto a Maximiliano Kosteki, durante un enfrentamiento con fuerzas policiales, en la estación Constitución. El director Miguel Mirra tomó como protagonista a Santillán para elaborar este documental que, a través de su padre, de su hermano y de sus compañeros de militancia, recorre la trayectoria de ese muchacho.

El film intenta dejar de lado todo el aspecto político que rodeó la trayectoria de Santillán para insertarse en su necesidad de ayudar con su palabra y con su acción a quienes, sin apoyo oficial, construyeron sus viviendas para dejar de lado esas miserables taperas que los cobijaron desde siempre.

El realizador logró un documento que interesa por su calidez y, sobre todo, por su denuncia a un sistema oprobioso que deja de lado a los más necesitados, a aquellos que sólo poseen sus deseos de integrarse a una sociedad más justa, a aquellos que, en definitiva, quieren una forma de vida que los libere de la pobreza y de la desigualdad.