Cuando ya no esté

Crítica de Cristian A. Mangini - Funcinema

LÁGRIMAS DE MANUAL

Enfrentarse al tránsito por el valle de la Muerte debe ser una de las experiencias más intensas a la hora de su representación en el arte. Hay multitud de obras en la pintura, escultura, fotografía, música, teatro, literatura, cine e incluso videojuegos donde el tema está expuesto con ingenio, a menudo abriendo a experiencias profundas e inspiradoras. Habiendo un trecho de recorrido tan diverso y variopinto, con un tema que cobró especial vigencia post pandemia, la pregunta sería, ¿aporta algo a esta larga lista el último film de Martin Viaggio? La respuesta es no. Nada. Al contrario, resta. Entre el desfile intelectual recortado como frase de Instagram (¡Pessoa, Orozco!), el manual de autoayuda y cierta espiritualidad bizarra que no tiene nada que envidiarle a otro bodrio nacional como Los dioses del agua, el resultado es un mal Paulo Coelho llevado al cine. Y ojo, debe haber algún mérito en hacer parecer a un mal escritor algo superior.

Pero vamos a la película en sí. Un ingeniero (Gustavo Garzón) que lleva una vida gris recibe la noticia de que está enfermo de cáncer. Estos primeros momentos de la película son los mejores, porque hay en la interpretación moderada un rostro de autenticidad. Aún a pesar de la obviedad visual del trabajo de fotografía, hay una promesa en el drama de la propuesta. Todo comienza a desmadrarse con la aparición de un enigmático personaje ciego que se empeña en hablarle de una especie de gurú que podría curarlo. La cosa empeora progresivamente con las frases hechas que asoman en los diálogos y cuando llegamos al gurú en cuestión y su propuesta de vivir distintas experiencias con un asistente polifacético. La esposa interpretada por Noemi Frenkel está ajena a todo esto y el relato explora, o al menos atisba a explorar, cómo el silencio en torno a una enfermedad puede degradar una pareja. El asunto no se profundiza ni se complejiza demasiado y, en su lugar, se plantea cómo la enfermedad le permite ver las cosas “de otra forma” a nuestro protagonista. Incluso le cambia el color de la piel por el milagro de la dirección de fotografía. El film sigue su cauce de previsibilidad hasta alcanzar un punto en el que agobia con una banda sonora que, incomprensiblemente, se superpone sobre varios diálogos, y emite frases como aforismos que incluso no se extinguen después del final -con el ciego en cuestión citando a Cicerón-.

Insufrible más allá de sus intenciones nobles y cierta prolijidad técnica, Cuando ya no esté es de una chatura con pretensiones intelectuales y filosóficas que descoloca incluso hasta en la escena de créditos.