Cuando despierta la bestia

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Film de rara e inquietante belleza

Una protagonista intrigante, que parece reprimir y tensar cada músculo de su cuerpo. Claridad de propósitos que guía una narrativa segura, sin apuros y sin ocultamientos informativos forzados. Casi total ausencia de agregados tóxicos, de fuegos artificiales extemporáneos, tan presentes en mucho cine de terror actual. Seguridad a la hora de situarse en una tradición (hay una atmósfera que recuerda a Ordet, de Dreyer). La historia de una chica que empieza a tener síntomas extraños y que tiene una madre postrada. No sabemos el motivo. Luego lo sabremos, mediante una dosificación inteligente de las claves argumentales.

Esta ópera prima del danés Jonas Alexander Arnby, presentada en la semana de la crítica de Cannes 2014, es un ejemplo de concisión y aprovechamiento de recursos. Pocos personajes, pocos datos, imágenes de gran potencia, violencia que irrumpe brevemente y conmueve, estremece. El mundo del trabajo de la protagonista en la industria pesquera contado con pocos trazos y a la vez con complejidad. Las tensiones se multiplican, se intensifican por otros lados: la represión de la animalidad y el sexo por parte de las instituciones -ver cómo se resuelve velozmente, con sequedad pavorosa-, la voracidad por la carne cuando sólo hay pescado. Si no contamos con más detalle el argumento es porque sería cometer una injusticia con esta pequeña pero orgullosa película que hace del misterio sostenido uno de sus logros más sobresalientes, y que combina terror licántropo con una tristeza que parece emerger de la niebla del paisaje, que trabaja la herencia, o el destino, con una resignación sobria, de rara e inquietante belleza.