Crisálidas

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Ni gusanitos ni pobres mariposas

Historia coral, de cinco trabajadoras de un taller textil pueblerino.

Hacer cine con buenas intenciones, está visto, no alcanza. Crisálidas tiene un muy lindo título, producto de una buena idea, pero la imaginación ha quedado resumida allí.

El protagonismo de la película está repartido en cinco personajes, cinco mujeres que trabajan en un taller textil en un pueblo del interior. Cada una tiene su problemática, pero lo que las emparenta es algo más que la convivencia mientras cosen: vidas opacadas por la rutina, la escasez de oportunidades, la falta de afecto.

Los conflictos se desatan de manera autónoma, y la película se detiene en una y otra, yendo y viniendo de manera dispar y con distintos grados de interés, algo evidente desde el vamos.

Desde hace más de diez años que Cine con vecinos, con base en Saladillo, viene produciendo filmes con actores profesionales y no actores. El año pasado se estrenó El último mandado, de los mismo directores de Crisálidas, y si bien Julio Midú y Fabio Junco (egresados de la escuela del INCAA) demuestran mejor pericia en el armado de la trama, hay situaciones planteadas que llevan al descrédito (la subtrama de Sofía, soltera y que se inventa un novio).

También se nota demasiado quiénes cuentan con antecedentes profesionales -Viviana Esains (Mercedes) y Florencia Midú (Ana)- y quiénes actúan con ganas.

El tesón puesto de manifiesto es válido, el camino es el correcto, pero sería injusto pedirle a Crisálidas más que lo que puede ofrecer.