Corazones de hierro

Crítica de Fernando López - La Nación

Barro, sangre, brutalidad, fiereza, barbarie, todo tipo de atrocidades. Esto es la guerra, y es inevitable, quiere decir David Ayer en esta historia ambientada en los tramos finales de la segunda contienda mundial, después del Día D, cuando las tropas norteamericanas avanzan hacia el Este, más allá de las resistentes líneas alemanas, con el fin de ocupar su territorio. Y en nombre de ella, de la guerra contra el nazismo, los protagonistas de Fury, título original y más apropiado para el relato, están autorizados a hacer lo que crean necesario para destruir al enemigo.

Queda claro desde el comienzo, cuando el bravo sargento Collier (Brad Pitt), que comanda el batallón y es el que predica con el ejemplo sus lecciones de coraje, sorprende a un oficial alemán, solitario jinete montado sobre un simbólico caballo blanco en un campo desierto y en lugar de tomarlo como prisionero lo mata sin piedad. La absolución (se presume) está prácticamente garantizada: por algo no pasan demasiados minutos entre la cita de un versículo y otro de la Biblia oportunamente filtrados en los diálogos. Por otro lado, ya se sabe que en mucho cine de hoy (y no sólo en el de superhéroes de cómics) el heroísmo incluye la celebración de conductas por brutales y sanguinarias que sean.

Collier y los suyos han hecho su hogar del tanque Sherman con que han luchado ya desde los tempranos tiempos de la campaña en África. El guionista y director, que los sigue de cerca, comparte esa convivencia, describe a cada uno sin preocuparse demasiado por evitar estereotipos y tampoco elude los lugares comunes cuando retrata con detalle -es decir, sin ahorrar salvajismo ni espectacularidad- las abundantes escenas de combate. Ese detallismo y esa crudeza -que muchos entendieron como realismo- encuentran en el propio trabajo de Ayer elementos que contradicen esa caracterización. Los más notorios son dos que buscan apartarse de la mera crónica bélica o enriquecerla. Uno es parte sustancial del film: la incorporación al grupo de un novato sin experiencia de guerra ni demasiado entrenamiento (en realidad, Norman es mecanógrafo, jamás ha disparado contra nadie y se niega a hacerlo tanto por su carácter como por sus convicciones religiosas), que el líder del grupo, llamado Wardaddy, duro pero sensible, protege e instruye. El desarrollo de esa historia de crecimiento culminará cuando el chico se convierta (y sea reconocido como tal) en una "máquina de matar". El otro es un episodio ubicado en medio del relato, cuando los dos entran en contacto con la población civil y en especial con dos mujeres. En los dos casos, el presunto realismo se da por vencido frente al avance de lo convencional.

Como relato bélico, y más allá de sus altibajos, de cierta dilación y de lo discutible de muchos de sus contenidos, Corazones de hierro no se destaca por su originalidad, pero es eficaz y ofrece sólidos trabajos de Brad Pitt, Logan Lerman y el resto del elenco.