Copia certificada

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Tournée existencial y poética

El iraní Abbas Kiarostami es un maestro en convertir las situaciones cotidianas de sus protagonistas, en una tournée existencial a la medida de las circunstancias que cuenta.

En este caso se trata de un hombre y una mujer, que debaten sobre el sentido de la vida, el arte y el amor, aunque detrás de esas reflexiones, subyace un inquietante desasosiego interior, al que Kiarostami tiñe de inusuales matices poéticos, inmersos en una melancolía, que mucho tiene que ver con el escenario elegido: La Toscana, italiana.

El filme plantea el reeencuentro entre un escritor cuyo libro refiere a las copias de las obras de arte y una galerista, coleccionista de obras de arte.

INDIVIDUALIDADES

Entre ambos hubo una relación amorosa que intenta reveerse, quizás reconstruirse, aunque ni uno ni otro parece querer renunciar a una individualidad no exenta de pasión.

"Copia certificada" encierra el sabor de una melancolía, a través de la que sus protagonistas, podría decirse, intenta recuperar, aprehender un pasado que ya no está. Quizás esos mismos postulados se refieran a la propia vida del cineasta, censurado en su patria, por este filme, el primero que decide rodar lejos de su país, Irán.
La historia muestra la llegada de ese hombre, que viaja a dictar una conferencia y a presentar ese libro, mientras en la platea y un poco tarde hace su presencia la mujer, acompañada de su hijo.

REENCUENTRO

Una discusión posterior entre madre e hijo, deja en claro que el reencuentro entre ella y el escritor despierta varias expectativas.

A través de ese relato, Kiarostami se cuestiona que es realidad y qué es ficción, o que hace que un original sea más valioso que una buena copia de una obra de arte. A veces una copia es más perfecta que el original, señala en algún momento el escritor y a partir de ese momento, surgen discusiones, sentimientos y reflexiones, que esconden más de lo que muestran entre sus protagonistas. No obstante esas situaciones permite disfrutar de una exquisita actriz como Juliete Binoche, dueña de una frescura interpretativa, tan espontánea como fascinante.

Más allá de las cualidades de Kiarostami para filmar, la película vale verla por esta actriz a la que no se disfruta con tanta frecuencia y a la que se recuerda por producciones como "El paciente inglés". La acompaña y muy bien el inglés William Shimell.