Copia certificada

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

El arte de los sentimientos

El mandato de la originalidad en el arte es puesto en duda y entredicho por Abbas Kiarostami en Copia certificada . “Mejor una buena copia que el original”, señala el conferencista Julien Miller (William Shimell) en defensa de su ensayo sobre arte. El auditorio en un lugar de la Toscana lo escucha con admiración. En la primera fila, una mujer (Juliette Binoche) discute por señas con su hijo adolescente. Pero la película habla de muchas otras cosas.

¿Es posible sostener alguna originalidad en las relaciones humanas más profundas y complejas? Kiarostami va envolviendo al espectador en un relato que es un breve viaje por Toscana, un encuentro entre Julien y la mujer que conduce el auto mientras plantea muchas preguntas. ¿Qué es lo auténtico, verdadero, perdurable?, señala Kiarostami por boca de Julien y su ensayo.

Mientras se escuchan las campanadas de domingo, ellos hablan. Julien mira un paisaje fuera del alcance del espectador. La cámara se instala auto adentro, en el rostro de una Binoche magnífica. Ella habla de su hermana Marie, tan simple y del marido. “No es sencillo ser simple”, señala Julien, entre molesto y distraído.

El espectador percibe gestos sin nombre cuando entran al café en la Villa de Lucignano. El nerviosismo de ella se convierte en tristeza infinita. “La mirada cambia el valor del objeto”, dice Julien mirando la fila de cipreses. Entran al museo donde las novias se toman fotografías, copias de otras tantas novias que pasaron por el lugar. Él cuenta una anécdota en Florencia, el impacto que sintió al mirar a una mujer y su hijo de diez años.
La película ocurre entre los diálogos casi privados y la omnipresencia del entorno, la euforia de los recién casados, ‘la dulce ilusión’ de la joven que emociona tanto al personaje de Binoche que mira desde un restaurante. La actriz compone un personaje estupendo, cargado de un dramatismo que va creciendo mientras él contesta, acorralado por sus argumentos. Se revela el valor de ese encuentro y Kiarostami logra así sondear la forma inicial de los sentimientos vividos por sus propios autores.