Contrarreloj

Crítica de Fernando López - La Nación

Ladrones, atracos, secuestros, venganzas; un delincuente que en ocho años de encierro en la cárcel ha llegado a la conclusión de que lo que más le importa en el mundo es su hija, ahora adolescente, y que para recuperar su respeto -y si es posible su cariño- lo mejor es cambiar de vida, y un ex compinche, hoy enemigo mortal, que no está dispuesto a permitírselo antes de recibir la indemnización a la que se cree merecedor, aunque para eso deba pegarle a su rival en donde más le duele: la vida de la chica. En fin, nada que no haya sido visto en decenas de thrillers.

Por dar un ejemplo, Búsqueda implacable también hablaba de un padre capaz de todo con tal de recuperar a su hija secuestrada (y lo hizo con tanto éxito que ya ha tenido una variación como secuela). A esa referencia, el dúo West-Cage suma otras, varias vinculadas con viejos éxitos del actor, Con Air incluido, aunque aquí el conejito se ha convertido en oso. En cuanto a la carrera contra el tiempo, en esta oportunidad derivada del muy breve plazo que el secuestrador en cuestión concede para que la mentada (y varias veces millonaria) "indemnización" opere como rescate, es un recurso tan viejo como el cine mismo.

A esta altura nadie espera demasiada originalidad de un thriller de acción, si bien siempre es posible añadir a la fórmula alguna innovación, o por lo menos aplicarla con rigor, algo de humor, tensión y nervio narrativo. Aquí sólo lo hay en dosis módicas y en especial durante los primeros minutos, cuando se muestra el rebuscado y millonario atraco a un banco en escenas paralelas (la acción de los ladrones, encabezados por Cage, que es el número uno de la especialidad en Nueva Orleáns, y la de los agentes del FBI dispuestos a frustrarlo). Es un comienzo falsamente prometedor (que Mark Isham sabe cómo ilustrar musicalmente), y no sólo porque la misión termine en fracaso, con el protagonista en la cárcel, uno de sus compinches lisiado y el botín desaparecido, sino porque desde ahí la historia cambia de rumbo, empieza a girar en torno del secuestro, del bandido casi jubilado que se ve forzado a ejecutar una última misión delictiva (hay que salvar a la nena) y de los increíbles recursos de que se vale para lograrlo, entre ellos los de buscar el auxilio de su ex perseguidor del FBI.

Ni los rebuscamientos ni los clichés alcanzan a disimular lo insostenible del guión. Los fotogénicos escenarios de Nueva Orleáns y el colorido de su carnaval apenas consiguen distraer de la rutinaria dirección de Simon West, que sólo apuesta por el vértigo. Cage ahorra algunos tics, quizá porque prefiere atender a su papel de padre angustiado, quizá para no competir con el villano sobreactuado hasta el exceso por Josh Lucas. Entre los dos, el policía de Danny Huston es un descanso.