Cine, Dioses y Billetes

Crítica de Marcos Rodriguez - CineFreaks

El pasado edulcorado

Para los que quieran recordar tiempos que ya se han ido, esta película puede llegar a resultar interesante, sobre todo por las entrevistas en las que distintas personas unidas a las viejas salas de cine de barrio (proyectoristas y acomodadores) rememoran sus experiencias laborales. Pero Cine, dioses y billetes no ofrece mucho más que una pátina de nostalgia fácil. Ni siquiera hablemos de un intento por generar una imagen de conjunto, por presentar las causas de la decadencia de esas salas, por explicar o describir un fenómeno muy amplio y a estas alturas francamente irreversible. Pero está bien, lo que se propone Brunetto es otra cosa: armar un lindo álbum de imágenes gastadas con musiquita de piano y lamento por el mundo.

Es un hecho que cualquiera que haya asistido al cine duramente más de diez años (o se preocupe hoy por la situación del cine) reconoce fácilmente: antes las películas se veían en salas de barrio un tanto fastuosas, dedicadas enteramente al séptimo arte, que ofrecían una mística que nunca podrán ofrecer los complejos multisala de hoy. Como muestra insistentemente la película, hoy la mayoría de la gente que va al cine asiste a complejos que están instalados dentro de centros comerciales, que se encastran de forma más cruda en la cadena de comercio, que tienen más luces pero menos charm para proyectar películas. Y la gente va menos al cine. Cine, dioses y billetes no va a avanzar mucho más allá de esta constatación.

Los viejos proyectoristas recuerdan sus relaciones con el cine, con ese trabajo que era un oficio, con un cierto amor por el cine. A eso se oponen imágenes de esas viejas salas de cine hoy: se lo repite una y otra vez, lo que antes eran mágicos palacios hoy son estacionamientos, salas de bingo o iglesias. Una y otra vez se repiten tomas de las mismas salas de cine clausuradas, recicladas, bastardeadas. La música melancólica (y también repetitiva) intenta generar un clima que Cine, dioses y billetes nunca puede sostener. Lo que se busca es el golpe de nostalgia, y para eso se llega a mostrar un fragmento de Cinema paradiso, cuando la vieja sala de cine es derrumbada. Solo que lo que en esa película de ficción era un clímax construido laboriosamente, acá aparece como otra evidencia de las lágrimas que se supone que debería estar generando lo que estamos viendo.

Las ideas que nos presenta Cine, dioses y billetes no solo son pocas, sino que además son francamente chatas. De no ser por la proyección en 35 mm. en una sala a oscuras, uno podría creer tranquilamente que está mirando un documental educativo pagado por algún ministerio de cultura. Probablemente ese sea su destino: terminar siendo proyectada en algún canal de televisión estatal que la saque a flote como ejemplo edificante para algún programa que quiera recuperar una vieja sala de barrio como centro cultural. Está muy bien apreciar el patrimonio histórico de la ciudad, bien poco se hace para protegerlo, pero con eso no alcanza para hacer una película.