Chloe

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hay gente morbosa...

Una mujer contrata una prostituta para seducir a su marido.

Hay gente morbosa dando vueltas por allí. Hay mujeres que contratan el servicio de alguna prostituta para seducir y averiguar si sus maridos les pueden ser infieles. Hay quienes descubren, tardíamente o no, sensaciones o placeres que no habían experimentado antes. Y hay gente como Catherine, que a todo lo que dijimos antes, le suma una insatisfacción mayúscula, de tal tamaño que no entra en su enorme casa con forma de cubo en un bello suburbio canadiense.

Chloe (pronúnciese Cloi ) no es un filme original, no tanto porque toma un tema archiabordado por el cine, sino porque se basa en otro, francés, de 2003, Nathalie X , en el que Fanny Ardant conocía casualmente a Emmanuelle Béart y mandaba a encarar a Gérard Depardieu. El canadiense Atom Egoyan no se anduvo tampoco con chiquitas a la hora de acometer la adaptación: Julianne Moore contrata a Chloe -Amanda Seyfried, sí, la angelical hija de Meryl Streep en Mamma Mia! - para ver qué onda con Liam Neeson.

El resto es historia.

Es historia si usted vio aquella película y recuerda qué sucede. Egoyan prácticamente trasladó la trama a una casi irreconocible Toronto –pasa por cualquier otra gran ciudad- y no la varió mucho. No es –ni era el original- una aproximación a la pareja y sus conflictos existenciales, como la que planteara Stanley Kubrick en Ojos bien cerrados , sino que Chloe se centra mucho más en Catherine que en el personaje del título.

Las comparaciones son válidas, ya que Béart da mucho más por su físico y su sensualidad como f emme fatal , además de una cuestión de edad, que Seyfried, cuyos ojitos saltones no dejan de perturbar (o recordar, exagerando, a Marty Feldman o a quien usted se imagina en un plano más cercano y nacional). La chica, de 24 años, pasaba algo menos inadvertida que la perversa Megan Fox en Diabólica tentación . Hay algo extraño en su elección de prostituta, en sus diálogos dando detalles de sus relaciones y alguna escena de fuerte contenido sexual. Y pensar que en breve hará La Cenicienta … A Egoyan le gustan las historias, más que rebuscadas, que a veces lo son, que planteen conflictos serios, duros, que hagan replantear el sentido de la vida a sus protagonistas. Hizo una gran, gran película como El dulce porvenir , llena de dolor, en la que desde la platea se sentía el pesar de sus personajes. Aquí tiene a la actriz de Las horas , Magnolia y Sólo un hombre sufriendo como pocas, y como pocas veces. Aunque cabe preguntarse si tanto morbo por saber qué hace su marido con otra, cuando cree que le fue infiel, se aproxime a cierto grado de insalubridad, Moore saca adelante su papel. Neeson, como siempre, presta su máscara para ser enigmático, y Seyfried, se nota, se esfuerza para “dar” ese plus que su personaje le pide y que, sabe, puede lograr.

Intensa por momentos, intrigante por otros, Chloe tendrá su público en aquéllos que quieran ver, pizpear como en un peep show las intimidades de una mujer, su esposo y su amante. Es cierto: falta el cocinero y sería una película de Peter Greenaway.