Chimpancés

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No es bueno que el mono esté solo

Dentro de los documentales de Disneynature, Chimpancés es tan elocuente sobre la vida salvaje como siempre, pero menos truculento que en otras producciones.

Aquí el “protagonista” es Oscar, un chimpancé que sigue con su mamá Isha a Freddie, el jefe de los monos, por la selva. Pero Scar –por cicatriz, sí, pero también casualmente se llama como el tío malo de El Rey León - es el macho alfa de otro grupo de monos rivales y mucho más salvajes y menos solidarios, que se meten en territorio de Feddie para poder comer de los nogales. Se están quedando sin alimento y cuando el hambre aprieta...

Hay momentos en que todo simula poesía, los chimpancés parecen bailar por la selva tropical, las arañas y las hormigas cautivan solamente con sus apariciones, hay fuertes tormentas y Oscar –habrá que decirlo- pierde a su mamá, como Dumbo, Bambi y siguen las firmas.

Huerfanito, Oscar no podría sobrevivir solo en la selva, por lo que la película se preocupa por mostrar cómo Freddie lo adopta y se comporta como si el pequeño fuera su hijo.

En este tipo de documentales, se supone que no puede haber un guión preestablecido, y que lo que captan las cámaras es lo que finalmente se convertirá en historia.

En los créditos finales, para los que no deban salir corriendo de la sala con los más pequeños para llevarlos al baño, se explica algo de cómo se filmó el documental, en el Parque Nacional Taï, en Costa de Marfil, que es Patrimonio de la Humanidad, con una suerte de minibackstage. Allí se pierde un poco de la magia, pero se toma conciencia de lo difícil que les resultó el rodaje.