Chaco (2019)

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El quinto largometraje del documentalista Daniéle Incalcaterra, "Chaco", codirigido por Fausta Quattrini, se plantea con una postura política firme en medio de un conflicto con ribetes ancestrales en América. Más que otros géneros, el documental exige compromiso, y eso es lo que se nota en cada cuadro de Chaco. Los guaraníes Ñandevas son una comunidad transfronteriza entre los territorios de Paraguay, Bolivia y Argentina.
Una de las más tradicionalistas y originarias que podemos encontrar. Principalmente en Paraguay se ubican en el departamento de Boquerón en el denominado Chaco paraguayo. Daniéle Incalcaterra heredó de su padre unas 5000 hectáreas localizadas en un sector del Chaco paraguayo que pertenece por origen a los Ñandevas; y pretende reparar un error histórico.
Pero no es tan sencillo, hay intereses comerciales que se interponen, y lo que debería ser un mero acto volitivo, se convierte en toda una odisea que ya abarca dos trabajos documentales, “habiendo iniciado” con "El impenetrable" (también codirigida por Fausta Quattrini) en 2012, de la cual "Chaco" opera como una suerte de secuela.
"Chaco" es ante todo un documental personalísimo. En los pocos momentos en que la cámara abandone a Incalcacaterra, seguiremos sintiendo su figura omnipresente. Es su declaración de principios, y es carta de admiración y respeto a dos seres, su padre, y el ex presidente paraguayo Fernando Lugo.
De su padre heredó las tierras en conflicto, y conoceremos el modo en que este se hizo con ese terreno. Daniéle dialoga con su hermano mediante videochat, y el intercambio entre ambos hay enseñanzas, hay respeto, hay complicidad, hay reproches por los manejos, y hay amor fraterno con un espíritu ideológico en común flotando en el aire. Daniéle tiene que terminar con el legado.
El presidente Lugo le facilitó mediante un decreto la posibilidad de hacer una reserva natural en ese territorio, lo cual truncaba los planes comerciales de deforestación de los inescrupulosos sojeros. Pero Lugo fue derrocado, e inmediatamente ese decreto fue disuelto; por lo cual, la lucha está lejos de terminar, y menos con un final feliz.
En esa lucha, el propio Lugo, ahora desde su rol como legislador, seguirá dando batalla. Chaco realizará un recorrido por la gesta popular de Lugo, es claro el homenaje a su figura, y el por qué el poder económico (el verdadero poder) no lo dejó avanzar al punto de tener que derrocarlo. Incalcaterra y Quattrini van y vienen en su estructura narrativa, si bien no hay capítulos, implícitamente, parecieran abordar mediante viñetas unidas temáticamente.
Esto, que puede parecer confuso, en realidad, genera homogeneidad en todo lo que Incalcaterra pretende abordar en su documental.
Fácilmente, cada tramo del documental puede relacionarse con el resto, e ir contándose una historia mosaico. Se puede pasar de una curiosa y punzante entrevista al empresario uruguayo, mayor sojero de Paraguay con algunas declaraciones increíbles, a un conjunto de planos en los que se captura la belleza natural de la zona que también peligra en manos del arrase económico.
El cambio puede ser abrupto, pero la ligazón entre uno y otro es evidente. El director, y protagonista, también debe discutir con algunos originarios Ñandevas con los que tiene algunas diferencias en el accionar; lo mismo sucede con políticos encargados de llevar la problemática a las cámaras legislativas.
En el medio, todo el armado legal, la tierra disputada “por dos dueños”, el barro político, los asuntos legales, y un departamento que asoma como centro de reuniones administrativas en el que se puede ver la naturaleza aflorando por la ventana al finalizar la ciudad. En definitiva, Chaco es un documental sobre la naturaleza y riqueza de un territorio, es un trabajo histórico, un observacional sobre una cultura originaria, un trabajo personal íntimo y familiar; pero sobre todo, es una fuerte ponencia política.
No es difícil trazar líneas paralelas entre lo que atraviesa Incalcaterra y los Ñandevas, con otras cuestiones que exceden al Chaco paraguayo y al propio Paraguay, y se extiende por toda Latinoamérica. Alcanza con ver quienes ejercen los cargos ejecutivos actualmente en la región, y los espejos comienzan a desplegarse. "Chaco" es un trabajo opositor contundente.
No hablamos de ser opositor a tal o cual gobierno, está claro que el poder los detentan otros, empresas y empresarios con conexiones inimaginables. "Chaco" no es para nada objetiva, es demoledoramente contundente, imposible de refutarla. Fruto de un gran trabajo de armado narrativo y convicción ideológica de parte de su creador. No estamos seguro de la culminación, alguna vez, del conflicto.
De lo que sí nos convencen Incalcaterra y Quattrini es de quién tiene la razón, quién(es) es el dueño de esas tierras; y por lo tanto, su visión es obligatoria.