Cenizas del pasado

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La venganza será terrible...

Con un par de años de demora llega esta muy buena película del director de Murder Party (2007). Tanto tiempo ha pasado que por estos días Jeremy Saulnier presentó en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2015 su más reciente trabajo, Green Room, un festival gore muy bien recibido por la prensa especializada. Fue precisamente en esa sección donde en 2013 Cenizas del pasado alcanzó su consagración y se quedó incluso con el premio FIPRESCI de la crítica internacional.

Dwight (Macon Blair) es un homeless treintañero que vive en condiciones más que precarias dentro de su coche, un destartalado Pontiac azul. Nadie parece molestarlo y él permanece prácticamente aislado del mundo, usurpando por un rato casas vecinas sólo para darse un baño de inmersión y con los pocos dólares que obtiene reciclando basura tirada por la gente en las playas de Delaware.

Sin embargo, un día una agente de policía le golpea el vidrio del auto y lo lleva a la comisaría. Podría pensarse que van a detenerlo, pero en realidad le informan que el asesino de sus padres ha salido en libertad luego de un acuerdo judicial. Esa noticia cambia por completo su forma y su sentido de vida. Así, ya atildado y mucho más decidido, nuestro patético antihéroe regresa a la casa familiar para iniciar un particular raid de venganza.

Con algo de la brutalidad absurda y negra del cine de los hermanos Coen y bastantes más elementos que remiten a la filmografía de Jeff Nichols, Saulnier –también responsable de la climática fotografía– construye una película inclasificable e incómoda, ya que no es fácil identificarse con el protagonista. Sin embargo, la película jamás pierde su intensidad ni su coherencia para convertirse en una rara avis del cine independiente norteamericano que, más vale tarde que nunca, llega a las salas argentinas.