Casa del Teatro

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El director de la consagratoria Mauro (2014) se dedicó durante varios años a filmar dentro de la Casa del Teatro, ámbito en el que viven veteranos intérpretes con problemas económicos y de salud. Allí descubrió a Oscar Brizuela, un actor que tuvo algunos papeles medianamente significativos en películas de los años '70 como Embrujo de amor, Contigo y aquí o Muñequitas de medianoche. Hoy, tras haber sufrido un fuerte ACV, ni siquiera puede recordar el mes, el año o la estación, aunque los vericuetos de la memoria le permiten contar de forma anárquica alguna que otra anécdota de su vida y su carrera.

Mientras intenta recuperar los movimientos de sus piernas y que su cabeza empiece a ayudarlo (es conmovedor cuando intenta cantar la letra de un tango para un evento de la propia Casa del Teatro), iremos conociendo de a poco su tortuosa vida, que incluyó una larga estadía en Utah y una traumática relación con su hijo, al que no ve hace muchísimo tiempo y hoy debería ser un cuarentón. Allí comienza la parte detectivesca del film, una obsesiva búsqueda que intenta dar con el paradero de quien hoy es todo un desconocido.

La película tiene varios niveles (todos con su interés particular, aunque no siempre bien integrados) que van desde la dinámica interna de la Casa del Teatro (hay algunos personajes secundarios inolvidables), la reconstrucción de la carrera de Brizuela (que de joven tenía su impronta de galán, como se puede apreciar en las recurrentes imágenes de latin lover en la película de 1969 Póker de amantes para tres) y la apuntada subtrama de investigación.

Casa del Teatro avanza por un riesgoso desfiladero en el que de un lado está el patetismo y del otro la explotación de alguien al que muchas veces vemos desbarrancar por los efectos del ACV. De todas maneras, con su cámara fija siempre a prudente distancia y una pudorosa edición, Rosselli sale bastante airoso del desafío. Un film incómodo, desconcertante y, al mismo tiempo, fascinante. De esos que nos obligan como espectador a asumir inquietantes reacciones y sentimientos que, probablemente, recién decanten bastante tiempo después de finalizada la proyección.