Carlos

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una leyenda muy oscura

Hablar de Carlos, llamado El Chacal es adentrarse en el mundo de de los "60, "70, años de efervescencia política internacional y donde la legitimización de las armas como forma de intervención política era una realidad, que, especialmente América latina concretó con resultados complejos y surgimiento de guerrillas rurales y urbanas.

Por eso es de particular interés este filme, que tomando un personaje ambiguo, el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, el apodado Carlos, logra radiografiar un fragmento de época, donde la violencia armada tiñe la realidad social.

La figura de este miembro de la OLP (Organización de la Liberación Palestina) es seguida en sus acciones terroristas de impacto como la toma de rehenes en Viena, sede oficial de la OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Figura considerada en ciertos países de Oriente, especialmente Palestina; detestada por una mayoría que cuestiona esa bifrontalidad que lo hizo balancearse entre el compromiso, el exhibicionismo y una fuerte megalomanía, que conserva aún en la cárcel francesa donde paga su condena.

SOLIDO TESTIMONIO

A la manera de un policial directo y realista, con un ritmo efervescente y la contundencia de personajes carismáticos Olivier Assayas construye un sólido testimonio, casi un documental por su verosimilitud.

Con seres al borde de la marginalidad, circundados de una bohemia militante, donde hasta las artes emitían olor a compromiso, Carlos, con el recuerdo del Costa Gavras de "Z", desglosa un relato de pasiones ambiguas, donde se mezcla la violencia, la entrega adolescente, la traición política, camuflada de rigor conceptual y una ronda de cuerdos y delirantes, capaces de alborotar y hacer estallar el mundo.

A caballo entre Oriente y Occidente, en sucuchos de Tánger y hoteles cinco estrellas en Damasco, solo o ya casado con una compañera del Ejército Rojo, Carlos (personificado por Edgar Ramírez), que nombraran el Chacal, ingresa en el mito popular, como las alemanas, que en algún momento compartieron con él la lucha armada, la madre de su hija, Magdalena Koop, ahora dedicada a la paz y los libros en Ulm y la rabiosa Gabriele Krocher Tiedemann, la anarquista que todos temían y a la que sólo la muerte joven aplacó para siempre. Y contra la que nadie declaró en el nombrado juicio de Colonia por temor a su violencia.

Un filme para reflexionar y apasionarse, que muestra con inteligencia, certezas y contradicciones de grupos radicales y una ofensiva que caracterizó las décadas del "60 y el "70.