Capitán América - El primer vengador

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

A veces la codicia te puede llevar a que te dispares en tus propios pies. Es el caso de Capitán America: El Primer Vengador. Tiene un gran cast, una excelente reconstrucción de época, formidables efectos especiales, y una historia cuidada. El problema es que, en los últimos cinco minutos, el filme decide tomar una motosierra y amputarse los miembros inferiores, arruinando casi todos los méritos que había hecho hasta ese entonces. Sin dudas los conocedores del comic lo anticipaban (y toleraban) el desenlace... pero, ¿y el resto de la gente?. Me imagino al 90% de la platea disparando insultos a la pantalla apenas se encienden las luces. ¿Es para esto que nos tuvimos que tragar 125 minutos de película? ¿Para quedarnos en ascuas?.

Seamos claros: Capitán America: El Primer Vengador es una muy buena película. Tal como pasaba como X-Men. Primera Generación, viene en la onda de superhéroe retro. En este caso resulta indispensable, ya que el Capitán América es un dinosaurio que viene de la época de la Segunda Guerra Mundial - en su caso, es un fetiche patriótico nacido en 1941, diseñado para enardecer el espíritu norteamericano adolescente de aquellos años -, y la única manera de digerir a un tipo disfrazado como la bandera yanqui es explicando cómo caczo llegó a calzarse semejante disfraz. Para esta tarea trajeron a Joe Johnston, un tipo que ha dirigido muchas cosas - Jurassic Park III, Jumanji, etc - pero, sobre todo, filmó Rocketeer que era un respetuoso (aunque algo aburrido y muy sanitizado) superhéroe retro. No le echen las culpas a Johnston sino a la Disney que producía la película y quería algo que fuera políticamente correcto por los cuatro costados.

Por suerte acá Johnston tiene más libertad creativa y por ello termina de armar una buena pelicula de matineé. El debilucho patriota convertido en superhéroe, el villano que tiene su propia agenda - entre lo que se incluye, traicionar al mismísimo Hitler y dominar al mundo por su cuenta -, una fuente de poder inconmensurable (procedente del olimpo de los dioses nórdicos de Thor??) que le permite construir un ejército futurista, la materialización en pantalla de algunos de los proyectos más fascinantes y delirantes de la ingeniería militar alemana de la época - como tanques gigantes o bombarderos intercontinentales ala delta -, un grupo de amigos y fieles compañeros de lucha, y el sentimiento de que la guerra está a punto de salirse de madre por la irrupción de nuevas fuerzas, más poderosas que los bandos en conflicto hasta ese momento. Oh sí, Capitán America: El Primer Vengador tiene mucha tela para cortar, y nadie le puede negar que la narración es sólida. Tan sólo ver cómo los guionistas se las ingeniaron para explicar el mote y el disfraz del personaje resulta digno para aplaudirlos de pie.
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El tema del filme pasa, en realidad, por el manejo de los tiempos. A mí me gustan las historias de origen, a otros no: prefieren saltárselas y pasar directamente al medio de la acción, con dos bandos pre existentes y ya enfrentados. Acá la historia de origen es buena, pero se toma sus tiempos - pasan 40 minutos antes del experimento del super suero... y aún así debe transcurrir otra media hora como para ver al superhéroe en acción por primera vez - y, cuando llega el momento de la adrenalina, la dirección de Johnston se vuelve algo rutinaria. Es correcta pero no excitante.

Por supuesto los tiempos siguen y siguen... y ahí es donde viene el error de criterio fatal. Tanto nosotros como la Marvel sabemos que el Capitán América es una reliquia de la Segunda Guerra Mundial, frente a lo cual se presentan dos opciones: a) seguir con el personaje seteado en los años 40, o b) traerlo a la época actual, y ponerlo a pelear contra villanos modernos. La editorial, históricamente, eligió la opción B; el personaje había entrado en decadencia en los años 50, lo archivaron y lo revivieron en los 60, diciendo que habia quedado en estado de animación suspendida cuando, luego de un accidente, quedó enterrado y congelado en el Polo Norte. Ahora bien: ¿cuándo debemos hacer el cambio de época?. En la espantosa versión de Albert Pyun de 1990, el personaje vivía media hora de aventuras en los años 40, y el resto del filme transcurría en la época actual. En otras versiones (como las televisivas de 1979), directamente se omitía la referencia a la Segunda Guerra Mundial. Esos dos enfoques son mucho más coherentes que el tomado aquí, que es dejar al personaje durante el 99% del filme en la década del 40 y, en los últimos 2 minutos, congelarlo y revivirlo 70 años después. Digo yo: uno venía siguiendo una historia y había creado expectativas - el romance con la chica, la suerte de la organización Hydra, el destino de los compañeros de combate de Rogers, etc - y, de pronto, todo eso es cercenado en menos de cinco minutos. Y, lo que es peor, es que el filme ni siquiera tiene la valentía de llamarse Capitán América Volumen I como hizo en su momento Kill Bill. Al menos la obra de Tarantino - partida al medio entre gallos y medianoche, debido a la ambición desmedida de sus productores - t resultaba mas satisfactoria como capitulo unitario en cada una de sus partes, que lo que ocurre aquí. No se explica en absoluto qué le pasó a toda la gente que habíamos conocido durante los 120 minutos previos; y es un intento tan descarado por forzar al público para que vaya a ver la inminente Los Vengadores (2012) y allí recién se entere de cómo terminó la historia. Y, a menos que Tony Stark invente una máquina del tiempo como para que Rogers regrese a su época y se bese como corresponde con su amada imposible, la saga del Capitán América resultará un mamotreto brillante pero amputado en su parte más importante, que es la de darle un final satisfactorio tanto al público como al personaje.