Cambio de planes

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

La antagonista inoportuna

Cambio de planes es una de esas películas que uno cree poder predecir. La sinopsis, de hecho, lo permite: un hombre infeliz, aquí llamado Manolo (Diego Peretti) cambia su vida cuando conoce a Antonio (Andoni Hernández), un adolescente enfermo de cáncer. Pero, y si a la presencia de la muerte como protagonista le añadimos la navidad –en tanto contexto y junto con toda la densidad narrativa que ha ganado en el cine, por la que siempre resulta asimismo un personaje más-, menos difícil aún es imaginar el horizonte hacia el cual la película se dirige. La unión de estos dos, fantasmas enormes que gozan de unificar y suprimir todo lo particular y pequeño (y que por eso mismo también suelen frecuentar los desenlaces), adelanta no sólo el final sino también aquello que será lo verdaderamente importante. Sin embargo, la previsibilidad hacia la que la película de Arango se dirige no socava en absoluto los aciertos de su desarrollo, que reunirá humor y personajes sólidos en pos de contar, ante todo, la infelicidad. Una infelicidad que, por rebelde y particular, se convierte en la antagonista perfecta.

La insatisfacción que afecta a casi todos los personajes de Cambio en planes podría resultar fingida -cuando no una excusa o un mero conductor hacia el esperado final- si no fuese porque arriesga, en todos los casos, la identificación. En lugar de manifestarse cual si fuese una maldición escondida e inamovible, la infelicidad en la película de Arango es algo que no solo sufren sino que también hacen y contagian los personajes, y que permite juzgarlos tanto como entenderlos. Manolo, así, deja de ser cercano y simpático al aparecer junto a su hijo, a quien trata con dureza e indiferencia. Su esposa, por otro lado y cuando no se altera exageradamente por las cosas, lo engaña con otro hombre. Antonio, nuestro protagonista enfermo, es gracioso, decidido, y también trata mal a su madre y se escapa de ella en cuanto puede.

Hasta la cena de Nochebuena, punto cúlmine en el que un estallido de reproches y angustias reconfigura las relaciones –y con ellas, el relato-, Cambio de planes esquiva con soltura la mayoría de las trampas de la aproximación tanto de la navidad como de la muerte. De allí en adelante, el afán por querer cerrar todos y cada uno de los destinos de los protagonistas traicionará en parte la fluidez precedente. No lo hará así con su propia mirada acerca de aquello que les ocurre a sus personajes: de todos los destinos que se nos muestran, sólo falta el de la madre de Antonio. Su evidente ausencia cuenta que su futuro próximo, no equiparable al de ningún otro personaje, tampoco cabe entre los toques luminosos y humorísticos del final de la película. Ese lugar vacío e inabarcable que Cambio de planes admite en su final es el último reflejo de un gran acierto: dar lo lugar a lo inconveniente, incluso cuando no parezca haber espacio ni tiempo para que surja.