Café Society

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Una pequeña historia de amor

"Café Society" es una película con ciento por ciento del ADN de Woody Allen. Allí están Nueva York, su nostalgia por el pasado, en este caso el Hollywood de los años 30; el jazz, sus chistes judíos (por momentos de gusto dudoso: "Tengo un hijo muerto, y además católico. No sé qué es peor", aunque en este filme el humor casi no existe o parece forzado), sus digresiones filosóficas, su cita a la izquierda bienpensante -que ahora muestra con mordacidad-, sus diferencias de clase, su elenco de actores blancos con personajes heterosexuales (sólo aparece 15 segundos una latina haciendo de mucama y la película hace una alusión a la prostitución de una aspirante a actriz). El filme es también un ejercicio extraordinario de iluminación, responsabilidad de Vittorio Storaro y una magnífica demostración de producción, del diseño de arte, escenografía y vestuario.

   La narración es sólida y fluida; la trama y las subtramas tienen una estructura ingeniosa que no deja decaer el interés por el destino de los personajes y su historia de amor. "La vida es una comedia, pero escrita por un cómico sádico", dice uno de ellos, lo que resume la línea y el tono general del relato sobre un joven de una familia pobre judía que se muda de Nueva York a Hollywood para probar mejor suerte. Todo ese esfuerzo encuentra el punto más flojo en el trabajo de los protagonistas, Jesse Eisenberg, que parece imitar a Allen, y la bella pero inexpresiva Kristen Stewart.