Cacería macabra

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

El método cassavetiano

John Cassavetes es el padre del cine independiente estadounidense. Incuestionable. Nacido a fines de la década del ’50, fue el padrino de un movimiento de cineastas que empezaron a filmar con bajo presupuesto, evitando el star system, los estudios, asumiendo temáticas indisciplinadas, cuestionadoras, a contrapelo de Hollywood, así regeneró la cinematografía mundial. Surgían nuevos autores dispuestos a rebelarse, verbalizando problemáticas sociales desde puntos de vista semi documentales, con estética de noticiero y protagonistas marginales. Los hippies se convertían en héroes, voceros en contra de la guerra de Vietnam. El sexo, las drogas, el amor libre. Fue una década dorada para el cine. No sólo por Cassavetes sino por otros realizadores que proviniendo del mismo sistema o la televisión empezaron a cambiar las perspectivas en lo que respecta a cómo filmar la violencia y la realidad: Lumet, Altman, Hopper, Nichols, Ashby, De Palma, entre otros. Y Cassavetes fue el pionero, el precursor, la mayor figura, que no solo desafió la narración convencional sino los métodos de actuación. Y esta forma de filmar, independiente del sistema, se trasladó al género de horror y gracias a ello tenemos La Masacre de Texas (o El Loco de la Motosierra, como se llamó acá), de Tobe Hooper...