Cacería macabra

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Aniversario de sangre

Un clan de jóvenes directores se ha apoderado del cine de terror en los últimos años con películas como VHS 1 y 2, la saga de Actividad paranormal, la interminable serie de El juego del miedo, la más reciente Posesión infernal y varias cintas más. Son noveles cineastas que insertaron su cámara-bisturí de manera singular: dosis altísima de sadismo, fluctuaciones que combinan sátira y parodia, presupuestos bajos, construcción superficial de situaciones y personajes y, eso sí, mucho gritito histérico, persecuciones por escaleras, temores varios y algún susto justificado o no que se le trasmite al espectador.

Es la nueva era del terror, o algo parecido, que vino para dejar sin laburo a auténticos creadores como John Carpenter, Brian De Palma o Wes Craven, o por lo menos, para convertirlos en parias que buscan plata por Europa o en viejos directores que –supuestamente– tienen poco para decir frente a esta oleada de "talentos" que hacen películas con varias cámaras livianas al mismo tiempo y que tienen al fuera de foco y a la imagen borrosa como primordiales elecciones de puesta en escena. Así están las cosas y acaso la gran culpable sea la ya vetusta bruja Blair de hace casi dos décadas.
Cacería macabra reúne los ingredientes fagocitados en varios títulos anteriores: reunión familiar, los padres, cuatro hijos, caserón en medio del bosque, entuertos internos del clan, apariciones fantasmales (gente disfrazada con cabezas de animales), cuerpos destripados, planos detalles de extremidades mutiladas, sustos, gritos, pánico histérico, invasión de la privacidad. Este último punto –nada original–, que recicla momentos de la setentista Los perros de paja, y un cambio de punto de vista en la trama –las víctimas se convierten en victimarios– son los escasos aportes del film para evadirse de los clisés y las fórmulas precocinadas de antemano. Pero ninguno de estos "nuevos" creadores del género figurará dentro de diez años en la gran historia del terror. Para ellos se sugiere disfrutar de la gente con cabeza de conejo en la extraordinaria Inland Empire de David Lynch. Esos sí que meten miedo.