Cacería macabra

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Derroche de sangre para deleite de fans

A fines de la década de 1970, con el auge del gore, surgió un subgénero llamado "slasher", que no se relacionaba con temas sobrenaturales, ni tampoco necesariamente de psicópatas, y más bien se ocupaba de convertir un argumento de thriller o de film policial en algo más terrorífico, efecto logrado por la dosis extrema de asesinatos sangrientos, generalmente utilizando cuchillos, hachas, herramientas de taller o cosas por el estilo en vez de armas de fuego.

Esta "Cacería Macabra" es un excelente homenaje a ese tipo de películas. Incluso durante los dos primeros actos está filmado al estilo no demasiado riguroso de muchos de esos films, con tomas vacilantes que no se sabe si son el punto de vista subjetivo de algún personaje esquivo, o si simplemente no tenían a mano un trípode.

Pero a medida que avanza la proyección queda claro que todo es una cuestión de estilo. Cuando la verdadera acción criminal explota en serio en la pantalla, la película no para nunca con su mezcla de gore, suspenso y sobre todo, un negrísimo sentido del humor.

Un matrimonio acaudalado reúne a sus cuatro hijos y sus parejas para una reunión familiar en una alejada casona en el campo que compraron para su retiro. Sólo hay otra casa en el vecindario, pero el público ya sabe que sus habitantes fueron exterminados en un breve e intenso prólogo. Luego de algunos detalles tímidos y un poco lentos, en el tercer acto la familia unita no sólo está disfrutando de la cena, sino que también discuten sacando a relucir viejos rencores del pasado. Ahí empiezan a ser atacados por uno o varios asesinos desconocidos que usan armas exóticas como, por ejemplo, ballestas. Lo genial del guión es que aun con algún flechazo clavado en el cuerpo, los miembros de la familia no pueden parar de discutir. Este detalle de humor negro podria parecer gratuito, pero en realidad es un guiño importante sobre la verdadera naturaleza de la trama.

El exterminio familiar es implacable, y si no se completa más rápidamente se debe solamente a que los misteriosos asesinos enmascarados no podían saber que una de las novias invitadas a la cena-masacre fue criada por paranoicos en un campamento de supervivencia extrema. De esta manera la temible Sharni Vinson casi le roba la película a los villanos, y en verdad, ella tiene maneras de matar más originales que ellos. De hecho, el film tiene asesinatos sumamente creativos, y se podría asegurar que los fabricantes de licuadoras, por ejemplo, nunca sospecharon el uso que se le puede dar a este tipo de aparatos.

La película sería una obra maestra completa si no fuera por el endeble comienzo. Pero no cabe duda de que es superintensa, extremadamente generosa en su dosis de gore, y básicamene tan divertida como inteligente en su renovación del género. El chiste de un tema pop que se repite a la fuerza desde el prólogo, es sencillamente brillante.

El director estuvo a cargo de los films colectivos de la antología de cortos "Las crónicas del miedo", pero evidentemente lo hace todo mejor solo.