Buscando a Dory

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

En los últimos veinte años el cine de animación no paró de crecer a pasos agigantados. La llegada de las técnicas digitales parece haber democratizado el ambiente y haber terminado con el reinado de unos pocos.
Sin embargo, existe ese momento específico del año en el que sabemos que no vamos a ver una más de las varias que se estrenan. El estreno de una película de la gente de Pixar marca la diferencia.
El estudio creado por John Lasseter, que vio la luz dentro de LucasFilm para luego crear una unión perfecta con Disney; parece estar tambaleando (según opiniones de algunos) pero siempre vuelve a erigirse y demostrar cómo son las cosas.
Este año fueron a lo seguro, podrían decir, se inclinaron por la secuela de uno de sus títulos más famosos y prestigiosos. Sin embargo, Buscando a Dory viene a tirar por tierra ese preconcepto de ir a lo seguro y no solo redobla la apuesta, reboza de originalidad.
El secreto está en el cambio de eje. Sí, hay una nueva búsqueda, los mismos personajes principales, y un desarrollo similar, pero el foco esta vez esta puesto en otra protagonista, la simpática pez cirujano regal, Dory.
Luego de una escena inicial en la que habrá que habrá que estrugir nuestros corazones para no derramar una lágrima, se nos ubica tiempo después de finalizados los hechos de Buscando a Nemo. Marly y Nemo viven felices en el arrecife junto a Dory, lejos de todo peligro y complicaciones.
Pero el destino quiere que la frágil memoria de Dory traiga un recuerdo del pasado, algo borroso, pero latente, ella tiene una familia, solo que se extravió siendo muy pequeña.
Como un llamado de la naturaleza, Dory debe cruzar nuevamente el Océano en busca de sus padres hasta California; y a Nemo y Marly (este a regañadientes) no le queda más remedio que acompañarla.
A partir de entonces, el director Andrew Stanton y el nobel Angus MacCale (en remplazo de Lee Unkrich) nos introducen a una verdadera montaña rusa sin frenos, plagada de aventuras, con ritmo permanente, pero que jamás abruma.
A un gag le sigue otro, a un salto un golpe, corridas, diálogos ligeros, y escenas para el lucimiento personal de cada uno de los personajes.
La historia se divide en dos planos, por un lado, Dory llega primero al oceanario en el que supone viven sus padres, pero como en el primer film sucedía con Nemo, es capturada. Mientras, Marly y su hijo la buscan por su lado. Este desdoblamiento (como ocurría ya en la primera entrega) permite una paleta de personajes amplísima, todos nuevos y diferentes.
Hay algún cameo a lo Pixar para los más atentos, pero la atención está puesta en presentarnos al pulpo Hank, un tiburón ballena hembra llamada Destiny, la beluga Bailey, el par de lobos marinos Rudder y Fluke, y por supuesto a Charlie y Jenny los padres de Dory. Cada uno con personalidades y tics diferentes para ganarse nuestra simpatía.
La esencia de lo que diferencia a la factoría Pixar de sus rivales queda expuesta una vez más en este film. No se plantean como films animados; la animación pareciera ser el vehículo que más libertad creativa les permite, pero antes que eso, son perfectas comedias, dramas, y films de aventuras, que no subestiman a su público y le ofrecen calidad en todos los rubros.
El guion, a cargo de Stanton, Victoria Strouse y Bob Peterson; si bien se maneja en el tono ligero para el público infantil, presenta una complejidad de situaciones y análisis psicológicos dignos de un drama bien potenciado. El manejo de los golpes bajos, necesarios, es tan delicado que lejos de molestar cumplen su cometido, las lágrimas van a estar presentes más de una vez.
Y si se tiene un corazón de piedra y las lágrimas no vienen por el lado de la emotividad, con la comedia no hay lagrimal que aguante. Los gags son un compendio de originalidad, timing y efectividad. Si Dory se coloca en el centro del plano, era de esperarse una catarata de chistes sobre la pérdida de la memoria, lo llamativo es que esa catarata no luce a acumulación y menos a repetición, siempre se la rebuscan para que el chiste sea nuevo y fresco.
La animación, pensada para ser vista en la mayor calidad posible, es nítida brillante y cálida a la vez; los escenarios no pueden lucir más reales y el trabajo en los personajes es completo en detalles y particularidades.
Por suerte esta vez existe la posibilidad en determinadas salas de disfrutarla en su idioma original, allí podrán disfrutar además de las voces de Ellen DeGeneres y Albert Brooks, a Diane Keaton, Eugene Levy, Ty Burrell, Ed O’Neil, Idris Elba, Kaitlin Olson y Dominic West entre otros. De todos modos, quienes opten por ir en familia (opción muy apropiada) y se topen con el doblaje, encontraran las mismas voces de la original, en un trabajo muy bien amalgamado.
Buscando a Dory es más que un prodigio de la animación (que lo es y con creces), es una de las mejores comedias del año y un film que respeta a su público entregándole más por lo que pagó.
Pixar vuelve a ser una cita ineludible entre las mejores propuestas para correr a la sala más cercana, la recompensa es enorme.
Por último, no lleguen tarde a la función, como ya es costumbre, el corto animado previo al film, Piper, es igual o mejor que el platillo principal. Como para una degustación completa.