Brightburn: hijo de la oscuridad

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una zona rural casi bucólica en Kansas. Los Breyer, una pareja de granjeros jóvenes, Kyle y Tori, que no tuvieron la suerte hasta ahora de tener hijos, son testigos de algo que estremece la noche, un gran resplandor ilumina el cielo. Entre luces extrañas, naves espaciales y creencias esotéricas aparece un bebé para acompañarlos. Tori sabe que su vida cambiará, aunque no imagina cómo.

El asunto es que Brandon crece como cualquier chico, inteligente, hábil en ciertas manifestaciones de campo que le son inculcadas, hasta que a los 12, como edad límite para la revelación, Brandon advierte superpoderes de los que no tenía noticia. Es buen momentos para aplicar en la escuela la técnica del escarmiento porque le están haciendo bullying.

Hasta aquí podría ser la clásica historia de un superhéroe de planetario origen, que reconociendo su fuerza aprende a dominarla y se lanza a la Lucha por el Bien. Pero el joven Brandon parece apuntar para el otro lado y directamente elige lo malo como instrumento y la lucha por el Mal como destino.

CONVENCIONAL

Planteada en un comienzo como una clásica historia de niños malignos, esa comunidad que puebla películas como "Sinister", "Demian" y otras, el filme de Davi Yarovesky se mete en una senda remanida y convencional, donde todo lo visto en película como aquéllas se vuelve a dar, repite sus esquemas sin novedad ni creatividad, y se pierde la oportunidad de crear un héroe joven, peligroso para el mundo dispuesto a nuevos desafíos.

Jackson A. Dunn como Brandon Breyer es un jovencito con buenas condiciones para convertirse en superhéroe, pero no hay la suficiente disposición para crear cosas nuevas y todo se mantiene en una línea formal atractiva, convencional, de buenos efectos especiales y nada más.

Rodeado de buenos actores como Elizabeth Banks ("Los juegos del hambre") y David Dunman, Brandon se queda tranquilo y se acomoda a la convencionalidad general.