Brightburn: hijo de la oscuridad

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La segunda película de David Yarovesky, "Brightburn: Hijo de la oscuridad", plantea en forma de terror el conflicto principal de muchas historias de superhéroes ¿Qué pasaría si no fuesen tan héroes? ¿Quién vigila a los vigilantes? Frase proveniente del poeta romano Juvenal, popularizada por uno de los mayores comics de culto, Watchmen.
La historia de estos personajes con superpoderes que se posicionan como guardianes de la sociedad tiene una contrapartida. ¿Qué pasaría si esos mismos no fuesen héroes? En la tradición comiquera es un planteo que se ha desarrollado en múltiples oportunidades.
En la mencionada "Watchmen"; "Poder sin límite"; "Civil War"; "Batman vs Superman"; y en sí, es la motivación principal de las acciones de uno de los villanos más populares, Lex Luthor; tratar de controlar el accionar de estos personajes a los que más que como héroes ve como un peligro sobre lo que puede llegar a pasar al adquirir tanto poder.
Justamente es la historia del héroe némesis de Lex Luthor la que reversiona Brightburn: Hijo de la oscuridad", segunda película de David Yarovesky luego de la promisoria "The Hive".
Quien más, quien menos, todos conocemos la historia de Superman.
Sus padres biológicos del Planeta Krypton lo salvan antes de la destrucción del planeta enviándolo a la Tierra en donde aterriza en la granja de la familia Kent. Allí crece como Clark Kent y pronto comienza a desarrollar poderes, que gracias a su nobleza, y sobre todo la crianza de sus padres terrestres, usará para convertirse en un protector de la humanidad.
"Brightburn: Hijo de la oscuridad" cuenta (casi) la misma historia, pero con un giro crucial. Lejos de convertirse en un protector, acá el ser poderoso se convertirá en un destructor.
Tori y Kyle Brayer (Elizabeth Banks y David Denman) son un matrimonio de Kansas que vive en una granja y no pueden tener hijos biológicos. Una noche sienten un temblor, una luz fulgurante, y algo como un meteorito que aterriza en el bosque. En realidad es una nave que en su interior trae un bebé, al que criarán como hijo propio y llamarán Brandon.
Brandon (Jackson A. Dunn) crece y se convierte en un niño muy inteligente, retraído, y cariñoso con sus padres. Pero llega la pubertad, los cambios físicos, empiezan a salir pelitos donde antes de no había, algunas partes crecen, y en Brian crece algo más de lo que nos crece a todos.
Una noche, una pesadilla lo lleva hasta al granero, la nave que sus padres ocultaron en el subsuelo lo convoca, y despierta en él algo dormido.
A partir de entonces, irá desarrollando un poder cada vez más grande, super fuerza, vuelo, visión de rayos X, invulnerabilidad (salvo a un material). Pero también crece la oscuridad dentro suyo, no sólo como venganza por ser víctima de bullyng, sino como respuesta al llamado que hacen desde la nave.
A espaldas de todos, creará una suerte de alter ego, con capucha, capa, y logotipo/señal incluido, para dar rienda suelta a su poder de destrucción. "Brightburn: Hijo de la oscuridad" tiene un doble atractivo. Por un lado este ¿qué pasaría si en vez de un superhéroe fuese un supersociópata?; pero también se presenta como una película de terror.
Detrás del velo del Superman oscuro, se esconde una propuesta bastante tradicional de los films con niños malvados.
Todos los ingredientes de estos están ahí. Los padres rockeritos inocentes que se cuestionarán sus métodos de crianza, el niño que parece dulce y retraído y oculta una profunda oscuridad, la comunidad de la que el niño tomará venganza, sus compañeritos de colegio con bullyng incluido.
Todo. En este aspecto, el film se favorece al ser una propuesta de bajo presupuesto (bajo presupuesto para ser una producción de Sony, ojo), y lograr un clima oscuro; aunque no genera tanta tensión o suspenso como algunas similares ("Maligno", "La huérfana"). En ese tono medio entre ser un film de villano de superhéroe y película de terror se provoca un híbrido que no siempre encuentra el tono indicado. Cuando se inclina bien por el terror (nunca llega a ser gore ni lo intenta), gana.
En su desarrollo del Superman reversionado, tampoco se anima a profundizar sobre las condiciones del entorno.
Clark Kent crece en un entorno idílico, padres bondadosos y de altos valores morales, socialmente aceptado siempre, con interés romántico correspondido; no pareciera haber en él signos de frustración. En Brandon Brayer si bien hay indicios de bullyng, y un interés romántico no correspondido, no hay mucho más.
Sus padres no son tan modositos como los Kent, pero son bondadosos, en el colegio sus compañeros se burlan de él, pero la maestra lo contiene; y algo fundamental, su maldad se despierta por un factor externo, un llamado a ser, convocatoria a cumplir su destino de destrucción. No plantea la posibilidad de torcer la voluntad hacia un lado o el otro; algo que hubiese sido cuestionable, pero interesante de ver.
En el trío de protagonistas, Elizabet Banks es quien más se destaca, una muy buena actriz en varios géneros, a la cual no siempre le dieron las mejores posibilidades. David Denman hace una labor correcta, pero su personaje es el que presenta más incongruencias de guion.
Jackson A. Dunn no se va a ubicar como el más atemorizante de los niños malvados (su personaje tiene características de los albinos de Village of the Danmned, pero no sugestiona como ellos), pero hace una labor correcta sobre todo en su parte más retraída. Promocionarse como producción de James Gunn supone cierta locura del director "Guardianes de la galaxia" y "Gnomeo & Julieta"; sin embargo no, pese a que el guion es de sus hermanos, "Brightburn: Hijo de la oscuridad" no alcanza grandes niveles de salvajismo.
Hay varios guiños al universo superheróico, y un ritmo sostenido que hacen de su corta duración algo muy ligero y llevadero.
"Brightburn: Hijo de la oscuridad" entonces está a mitad de camino entre lo que es y lo que pudo haber sido. El resultado es una película de terror aceptable, con buenos momentos, y un planteo que sobre la mesa queda menos desarrollado de lo posible.