Borg McEnroe: la película

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El iceberg y el rebelde
El enfrentamiento histórico entre los tenistas va más atrás, y habla de sacrificios y ambiciones.

Es la historia de una de las rivalidades más grandes que hubo en la historia del tenis profesional. Y si bien no llega a ser lo que fue Rush, de Ron Howard, con Daniel Brühl como Niki Lauda y Chris Hemsworth como James Hunt, Borg - McEnroe: La película tiene suficientes elementos para resultar atractiva hasta a los neófitos del deporte.

No hace falta saber pronunciar Björn para, tal vez el término no llegue a ser disfrutar, pero sí entretenerse con el filme en el que Shia LaBeouf, tan parecido a McEnroe como Diego Maradona a Messi, compone con garra al tenista que ansía derrotar al sueco para arrebatarle el número 1 del ranking en la final de Wimbledon 1980.

Tanto uno como otro desde pequeños fueron incentivados a pegarle a la pelotita con una raqueta de madera. Borg (un Sverrir Gudnason que sería un primo lejano del derecho nacido en Estocolmo el 6 de junio de 1956) desde chico cuando peloteaba contra las puertas de unos garajes como frontón, ansiaba con ganar un Wimbledon. Llegó a esa final tras haberla ganado en cuatro oportunidades corridas, así que iba por un nuevo récord, el que McEnroe (zurdo, más joven, estadounidense pero nacido en Alemania, el 16 de febrero de 1959) quería destrozar.

La película habla de los sacrificios, pero también de las ambiciones de los deportistas, el sueco y el estadounidense, que, uno se viene a enterarse al final, si no es fanático, que terminaron como grandes amigos.

Eso, que es un dato fehaciente y hasta histórico, hace que uno hasta pueda querer rever Borg - McEnroe, para entender mejor la relación que llevaron en los años ’80.

Fue también la contraposición de dos métodos de jugar el tenis, y de moverse por la vida y los courts. Borg era frío, una máquina, un jugador de base que repetía como un autómata cientos de tics (y tocs), y McEnroe era agresivo en su tenis, se peleaba con todos -el público y el umpire-, subía a la red, era imprevisible.

Ambos se estudiaban por TV, pero al momento de enfrentarse, el director danés Janus Metz, logra con ángulos poco habituales y unas voces en off que lógicamente no son las de los jugadores que relatan el match crecer la tensión. Bueno, algo crece.