Blancanieves

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Tauromaquia silente

La sobrevaluada en los premios Goya –se llevó diez entre las categorías principales- Blancanieves funciona más como ejercicio de estilo rodeado de ampulosidad que como émulo o espejo del registro del cine mudo al que pretende aproximarse.

La historia que se inspira muy libremente en el cuento original de los hermanos Grimm toma esos elementos constitutivos del relato literario de hadas para trazar la dinámica de la protagonista heroína Carmencita (Macarena García) bautizada luego por siete enanos toreros Blancanieves en referencia al cuento clásico y su contraparte o antagonista, la malvada Encarna, personaje al que la actriz Maribel Verdú le imprime el arquetipo de la malvada obsesionada por esa cuota de vanidad que detenta contra su reinado en la mirada ajena.

Más jugada a la performance de la madrastra despiadada y dispuesta a todo para conseguir sus objetivos, Verdú es tal vez el personaje menos grandilocuente de este film del director Pablo Berger, quien pese a declarar que el proyecto data de tiempo pasado aprovecha el boom conseguido por el éxito de El artista y su reelaboración del estilo del cine mudo. Sin embargo, aquí estamos en presencia de un film que carece de ese estilo por su enorme cuota de exageración, que se divide por un lado en la impronta actoral muy pomposa y poco expresiva y por otro en esa búsqueda casi obsesiva del encuadre majestuoso que explote los recursos estéticos del blanco y negro sin dejar de lado la mezcla de un montaje un tanto vertiginoso en contraste con la fluidez narrativa de lo que pareciese una película muda.

La idea de coartar la pista sonora a todo diálogo y así dejar a la música referencial en un primer plano por momentos parece bastante forzada en este universo rodeado de tauromaquia y melodrama grave, sin ningún matiz entre una cosa y la otra.

Si se descartan los valores estéticos de la propuesta de Pablo Berger para analizar detalladamente el aspecto narrativo propiamente dicho aparecen las contradicciones propias de un guión que acusa falta de coherencia desde la primera mitad y pocas ideas para sacarle el jugo a la original Blancanieves de los hermanos Grimm, que en la España de 1920 y en el universo reducido de toreros y verónicas sabe a poco.