Biutiful

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Función doble: hagamos sufrir al espectador

Iñárritu y Aronofsky no se parecen, ya lo hemos dicho. El cine del mexicano -este último filme en particular- podría acercarse bastante, eso sí, a los últimos dos largometrajes de nuestro querido Pablo Trapero, en donde nos metíamos de lleno en mundos desconocidos, oscuros, horribles y sufríamos con sus personajes tanto como ellos.

Algo muy parecido sentimos con Biutiful, en donde el director nos instala en un mundo extraño, sucio, desprolijo, ajado, perdido y triste, muy triste. Este mundo es el que tiene a Uxbal (Javier Bardem) como protagonista, un hombre que se gana la vida como puede: ser un vidente que escucha a los muertos para que tengan un mejor pasaje al otro mundo y organizar una red de venta de artículos truchos en la calle son dos de sus tareas de cada día. Se podría decir que Biutiful es una película que denuncia un mundo injusto lleno de miserias, corrupción y gente espantosa. Sin dudas que es así, pero quizás la forma de encarar esta propuesta por parte del director sea un tanto excesiva, rayana al sadismo.

Es cierto, el mundo está podrido en muchos sentidos. Muchos de ellos son abarcados por este filme: la corrupción policial, la trata, la pobreza, la miseria, la tristeza, la enfermedad y la muerte son como lineas ordenadoras de este filme, lo van atravesando constantemente y no lo abandonan nunca. Y no está mal que una película hable de todas estas cosas, claro que no. Pero cuando las situaciones por las que atraviesa un personaje -con el cual logramos emparentarnos fácilmente, porque quizás no hace las cosas bien, pero lo intenta: Uxbal es, sin dudas, un buen hombre- no son otra cosa que capas y capas de mierda para llegar a caer en más mierda, más olorosa, más espesa, más horrible que la anterior sin que el director nos permita un respiro, una disgresión, un paréntesis, un hueco momentáneo para respirar, el espectador no tiene otra opción que asfixiarse, atrapado en un guión que no propone salidas.

Y lo peor que tiene Biutiful es que en esta batería desbocada de situaciones torturantes por las que hace pasar a sus personajes son tristes, son dolorosas, son absolutamente deprimentes, pero tan extenuantes son que no llegan a ser conmovedoras. Uno como espectador llega a un punto tal de agotamiento que prefiere apartarse un poco, cerrarse, defenderse ante tanta miseria y la emoción queda de lado.

Mientras que Aronofsky nos gritaba en el oído y nos refregaba imágenes perturbadoras, Iñárritu propone un camino más solemne, una música oportuna -a este punto, clásica de Santaolalla- y sin dudas un abanico de temáticas más serias y formales, pero eso no le impide ser ridículamente explícito al sumergirse en la tan mentada miseria que aparece en cada rincón del relato. Y si alguien cree que no, puede recordar al bebé muerto, la paloma caminando sobre el indigente o a Uxbal en pañales para recordar lo que es un golpe bajo. Y eso sin entrar en detalles sobre el amague que nos hace el guión sobre el final...

El realizador mexicano y su director de fotografía Rodrigo Prieto -quien lo acompañó a lo largo de toda su filmografía- hacen un trabajo fenomenal para componer imágenes que inspiran tristeza, mugre y depresión, incluso en la bella ciudad de Barcelona. No sólo la gente anda cabizbaja, enferma, sucia; no es sólo Uxmal es que despide orina de color oscuro y vómito o su mujer la que escupe nicotina: la ciudad exhala humos espesos por sus chimeneas, el cementerio y el mar devuelven cadáveres, y así sigue la lista.

Se ha dicho que Biutiful es la mejor película de González Iñárritu. Déjenme opinar lo contrario. Si bien toda su trilogía de películas corales (Amores perros, 21 gramos, Babel) tenía su costado depresivo e inevitable, su nueva historia va mucho más allá y, a pesar de que por primera vez abandona las historias cruzadas y los relatos no lineales, estas estructuras terminan por extrañarse porque le daban al guión una sorpresa, un interés que aquí no termina de crecer.

Es cierto que Bardem vuelve a descollar con una performance brillante y también es cierto que está rodeado de un elenco estupendo, encabezado por una fenomenal Maricel Álvarez. A esta altura, a nadie le sorprende una actuación genial de la figura española, pero la actriz argentina es toda una revelación: su interpretación de una mujer bipolar que no puede hacer las cosas bien es demoledora.

Hay un muy buen trabajo de montaje de sonido, en especial sobre el final, en donde la banda de sonido toma mayor presencia. En una película con mucha participación argentina (el guión está coescrito por dos argentinos: Armando Bo y Nicolás Giacobone, además de Iñárritu, y la ya nombrada presencia de Álvarez y Santaolalla), la música diegética también tiene un toque argento, con canciones que nos suenan muy familiares como "Me volvió loco tu forma de ser" y "Ritmo de la noche".

En conclusión, Biutiful es una película que quiere mostrar los costados más oscuros que una vida puede tener y lo hace sin sutilezas, delicadezas ni metáforas porque su director prefiere regodearse morbosamente en la miseria que pretende exhibir. No es que sea una mala historia, es sólo que pareciera buscar gratuitamente el sufrimiento del espectador. Y lo peor es que lo logra.