Bienvenido a los 40

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

La crisis de la cuarta década

Crisis y conflictos familiares en tono de comedia, con una pareja a punto de llegar a la barrera de los 40 años.

Cinco años después de que el escritor y director neoyorquino Judd Apatow presentara a Pete y Debbie en la lograda Ligeramente embarazada, el desafío a que “las segundas partes nunca fueron buenas” se enfrentan en Bienvenido a los 40, donde la crisis y los conflictos familiares son la constante en una película que comienza bien pero luego se repite hasta el hartazgo.

Apatow, especializado en analizar la condición de la soledad en diferentes enfoques (Virgen a los 40 o Hazme reír, con Adam Sandler), abandona el carácter embrionario de la familia -con las nenas chiquitas y ellos más jóvenes- para estallar en las manos como una granada. El arribo a la cuarta década le quema a la pareja. Pete con una dieta militar a la que debe (¿quiere?) someterse mientras planea su fiesta de 40 años, Debbie con sus 38 recién cumplidos, le echa en cara los dos años de diferencia. Los dos son iguales, aparte de amarse locamente, atraviesan los últimos coletazos de una adolescencia postergada y no se animan (sobre todo Pete) a afrontar las obligaciones familiares. Siempre se los ve agobiados, sobre todo en lo económico, tratando de llevar una vida en la que el bolsillo no le va a en saga.

Pete, que puede emparentarse con el Rob Gordon (John Cusack) de Alta fidelidad, se pone la caparazón de su sello discográfico under que intenta mantener a flote. Lo que se hunde es su pareja, pero por problemas no tan graves. En el filme todo se amplifica. Aunque los gags no son lo que abundan sino un guión que escarba dentro de una problemática de la que hay más mito (y frases hechas) que realidad: la crisis de la cuarta década. “La mayor felicidad del hombre se da entre los 40 y los 60”, le dice Debbie a su marido. Apatow intenta desdramatizar la situación, cae en la picardía como en el aspecto caricaturesco del ginecólogo, proctólogo o el dentista. La pareja siempre cumplirá el rol de víctimas.

Maude e Iris Apatow (los hijos reales de Judd y Leslie), se llevan lo mejor del filme con sus eternos conflictos de hermana mayor-menor matizado por los cambios hormonales de Sadie ante la aún inocencia de Charlotte. Otro personaje muy bien explotado -al borde de la vergüenza ajena- es el cáustico Larry (Albert Brooks), padre de Pete, una sanguijuela familiar (en todas las hay) que jamás tiene dinero, la ciencia le dio trillizos y él se los confunde. Otro puntito a favor es Desi (Megan Fox), la empleada -y escort- de la tienda de Debbie, quien tiene la aparición justa para deslumbrar con su cuerpazo.