Bienvenido a los 40

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Figura clave como productor y guionista de la comedia cinematográfica y televisiva estadounidense de las dos últimas décadas, Judd Apatow lleva dirigidos cuatro largometrajes: Virgen a los 40, Ligeramente embarazada, Funny People y Bienvenido a los 40 . Su película mayor fue Funny People , acerca de una estrella del mundo de la comedia (Adam Sandler). Una película amarga sobre el dinero, el humor y la amistad en las relaciones profesionales. Las otras tres películas son sobre "gente común" (y léanse bien fuerte las comillas): amores, problemas afectivos, familia.

En Bienvenido a los 40 retoma la edad que lo obsesiona y a dos personajes secundarios de Ligeramente embarazada : la pareja integrada por Pete (Paul Rudd) y Debbie (Leslie Mann, esposa de Apatow), que tienen dos hijas (las hijas de Apatow y Mann en la vida real). Pete y Debbie cumplen 40 con pocos días de diferencia. Y arrecian los problemas en su casa, en sus trabajos, en su pareja, en la relación con sus hijas, en sus finanzas, en su vínculo con sus padres e incluso con otros padres del colegio y en muchas otras cosas más. Muchos problemas, en catarata.

Sí, tienen una muy linda casa, coches, posibilidades diversas, pero a la vez tienen problemas de todo tipo, y Apatow se toma dos horas y cuarto para explayarse, pero no para explicarse, como si creyera que lo mejor que puede hacer es proceder por acumulación, nunca por sustracción, condensación o alguna estructura lógica. Así, en una mala mezcla del cine de John Cassavetes con escatología y niñerías, se suceden las situaciones, los personajes, se abren múltiples frentes de conflicto y de chistes. Claro que hay chistes buenos y muy buenos y excelentes, esto es al fin y al cabo la obra escrita y dirigida por un nombre de suma importancia en la comedia. El problema es que muchos de los chistes serían realmente efectivos en otro contexto, en uno menos arbitrario, menos endeble: el del chico parecido a Tom Petty podría funcionar si la situación del abuso verbal no fuera así de chirriante. Y hay muchos más ejemplos.

Apatow parece tener gran disponibilidad de chistes y situaciones graciosas, pero no parece preocuparse porque las peripecias sean mínimamente plausibles. Los personajes pueden ser rematadamente tontos y emocionalmente neonatos, y así son ridiculizados sin tener en cuenta la lógica: las flatulencias de Rudd son peores como flatulencias del verosímil, como también lo es su negación a ver la realidad de su trabajo. De esta forma los personajes se deshumanizan, son fantoches, peleles, se convierten en marionetas monstruosas manejadas por los hilos de los chistes que tiene disponibles Apatow. Y cuando este quiere hacer converger -en un mix emocional que sí lograba en Funny People - a los chistes desatados con sentimientos menos pirotécnicos, ya es tarde: estos personajes son demasiado tontos y superficiales, y nos importan poco y nada (entre los actores se salvan, por su calidez todoterreno, Albert Brooks y Paul Rudd).

Como ejemplo máximo de vacuidad están el personaje de Megan Fox y el de la otra empleada de Debbie, toda una línea del relato sin mayor sentido que el de sumar minutos y algo de relieve erótico, y que termina de revelar que esta comedia dramática nunca estuvo cerca de conocer la cohesión y la coherencia, bases mínimas para poder hacer fructíferos el humor y la emoción.