Betibú

Crítica de Nicolás Viademonte - Función Agotada

El poder en las sombras

La nueva película de Miguel Cohan, director de Sin Retorno (2010), se encuentra enlistada detrás de esa (muy buena) intención que tiene el Cine Argentino de estrenar un par de películas más cercanas a un cine industrial y comercial que al cine de autor. Ambos cines son necesarios, aunque la oferta de películas con intenciones más pretenciosas en la firma autoral es bastante más amplia semana a semana que las de un cine con fines más de entretenimiento.

Betibú se basa en la novela de Claudia Piñeiro y cuenta con un muy buen elenco encabezado por Mercedes Morán, Daniel Fanego y Alberto Ammann. Un lindo plano secuencia abre el film mostrando un sangriento asesinato en un country llamado La Maravillosa. Allí, Pedro Chazarreta (Mario Pasik) ha sido ultimado; al toque Jaime Brena (Fanego), periodista de trayectoria a punto de retirarse y recientemente desplazado de la sección policial del diario El Tribuno, se entera del crimen por medio de un informante. El inexperto Mariano Saravia (Ammann), flamante jefe de la parte del periódico antes comandada por Brena, será el encargado de llevar adelante la investigación con la ayuda del veterano periodista.

Chazarreta no era ningún nene de pecho, era un tipo con bastante poder y una buena posición económica. Incluso estuvo acusado de ser el artífice del asesinato de su esposa y perteneció en la juventud a una organización de justicia clandestina llamada La Furia. En una jugada para atraerla de nuevo a sus brazos y para que escriba una columna en el diario sobre el enigmático asesinato, Lorenzo Rinaldi (José Coronado), el editor de El Tribuno, decide contratar a Nurit Iscar (Morán), una talentosa escritora de novelas policiales que se encuentra saliendo de la depresión que significó la ruptura con Coronado.

Así es como Brena, Saravia e Iscar unirán sus distintas capacidades, llámese la experiencia del personaje interpretado por el crack de Fanego, la fibra y la juventud del llevado adelante por Ammann y la imaginación que posee la caracterizada escritora de Morán, para intentar llevar la verdad al pueblo (lindo eslogan para un diario). Aunque en el camino se deberán enfrentar a una fuerza que opera en las bambalinas del caso, un poder en las sombras que parece capaz de todo con tal de que la verdad no salga a la luz.

Es interesante como este segundo largometraje de Cohan apuesta por una narración concisa, que se encarga de desarrollar al trío protagonista con muy buenos resultados.
La decepción amorosa de Iscar, el impuesto retiro de Brena por bocón y la inexperiencia de Saravia son algunos de los detalles que Cohan se encargará de contar a medida que avanza el metraje de Betibú. Algunas veces resultan más impostados que otras pero no por eso se puede dejar de destacar la finalidad de su realizador por contar una historia con personajes donde sus ideales están presentes, sus propósitos se encuentran delineados y sus acciones justificadas en la coherencia de su progreso.

El problema con Betibú se da en sus 20 minutos finales, donde todo ese entretenido desarrollo de sospechas, periodismo, muertes y engaños es develado por una redundante voz en off (que también es utilizada anteriormente aunque con mejor suerte) y un explicativo flashback que deja cierto sinsabor por el ritmo, la precisión y la soltura con la que Cohan había narrado los anteriores pasajes de la película. También está en el preponderante rol de José Coronado (sólo Fabian Bielinsky en El Aura y Nueve Reinas pudo escapar sin secuelas a la trampa de las “imposiciones actorales” en las coproducciones), aunque la cinta se encargue de aclarar que el diario tiene capitales españoles, una presencia que tiene como consecuencia un fuerte contraste con el tono costumbrista que posee.

Por otra parte en el rubro actoral encontramos una (por momentos) llamativamente incómoda Mercedes Morán, un Daniel Fanego que con su desenvoltura y su reconocible voz arrabalera se come la película en cada aparición y un sobrio Alberto Ammann. Más allá del mal paso sobre el final, una falla no menor pero que tampoco hiere de muerte al film, Betibú viene a demostrar que hay un buen material, tanto técnico como artístico, para llevar adelante un cine industrial de buena calidad e intenciones.