Belmonte

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Entre dos mundos

La tensión irresuelta entre dos mundos, el del artista y la paternidad de una pre adolescente, son las cuerdas que sujetan al protagonista del nuevo opus de Federico Veiroj, Belmonte. Pero a diferencia de películas que exploran estos dos elementos en conflicto, la singularidad de la cinta del realizador uruguayo se manifiesta en el tono y el registro, en sintonía con los estados emocionales y ánimos de este atribulado hombre, a quien le llega la noticia que su ex espera un bebé y que su hija comienza a manifestar recelos de la llegada por perder el privilegio de la atención materna.

Si bien nunca aparece explícitamente la idea del dilema entre la entrega a la vida del arte en detrimento de la pérdida del rol de padre por no estar presente en momentos importantes, ese es el meollo de esta agridulce comedia con el sello indeleble del director de El apóstata (2015)

No obstante, y a pesar del desplazamiento a un segundo plano del mundo del arte y de la plástica, Veiroj desarrolla una trama intimista atravesada por las pinturas de este reputado artista, a quien no le quita el sueño una inminente retrospectiva a punto de realizarse en el Museo de Artes Visuales de Montevideo ni tampoco las ofertas en dinero por sus obras aunque viva de eso.

A Javier Belmonte (Gonzalo Delgado) le falta cierto color en lo que hace a su rutina de artista y esa falta en la paleta de la vida no se encuentra precisamente en su talento, sino en el tiempo recobrado junto a Celeste (Olivia Molinaro Eijo), con quien intenta recomponer o al menos crear nuevos vínculos y entenderla, como puede ocurrir en paralelo con su propia obra cuando es objeto de miradas ajenas.

La incompletud se replica tanto en el lienzo como en la existencia pese a los cuerpos de mujeres desnudos, a las conquistas amorosas furtivas y a ese estado difuso donde penetra el elemento onírico para desviar del eje de la realidad al opus de Veiroj. El otro elemento que le da matices a la pintura de la vida de Javier junto a su hija y a un entorno con el cual choca permanentemente es el humor, con un sentido irónico pero que nunca llega a subrayar ninguna bajada de línea ante un tópico habitual en el arte como por ejemplo los snob y su mundillo pequeño o mezquino.

El plato fuerte de Belmonte, la película, es la muy buena elección de la niña Olivia Molinaro Eijo y de Gonzalo Delgado, responsable de los cuadros que aparecen durante el film.