Barrefondo

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

DEGRADACIÓN SOCIAL

Hay un elemento distintivo en las películas anteriores de Colás: no miran al costado ni se hacen las sonsas. Films como Parador Retiro o Los pibes, más allá del dispositivo observacional, permitían leer el contexto, el momento social en el que se habían gestado. La primera, durante el ocaso de estos lugares de resguardo para personas en situación de calle, gracias a los drásticos recortes de la gestión macrista en la ciudad. La segunda, exacerbaba la cuestión del fútbol como experiencia de fortalecimiento social, pero con un dejo de enriquecedora ambigüedad: detrás del proceso de selección de los miles de chicos que se presentan con un horizonte de sueños económicos, también hay una feroz exclusión. Es decir, Colás observa con agudeza, se cuela por todos los recovecos de los espacios que escoge, sin embargo, deja intersticios para llenar.

Esta sutileza, si se quiere, se diluye en Barrefondo, primera incursión del director en el territorio de la ficción a partir de una novela de Félix Bruzzone. Si en los documentales la visión estaba depositada sobre grupos humanos en marcos institucionales, aquí la historia gira en torno a Gustavo, un piletero que trabaja (en realidad soporta) a los chetos de los countries. El director no escatima en el trazo grueso a la hora de mostrar los gestos y las actitudes de esta gente, pero también es cierto que alguien lo tiene que hacer en el cine argentino, más propenso últimamente a las elipsis acomodaticias.

El protagonista en cuestión aparece encerrado entre dos mundos, el de los ricachones con delirios de poder y de grandeza (uno de ellos, que se cree poeta) y una estructura delictiva que no es otra cosa que el resultado de lo anterior. El factor en común es el desprecio de clase y la degradación en una sociedad que está podrida en la mayor parte de sus rincones. Tamaña sordidez es equilibrada por la pericia narrativa de Colás y el timing que despliega en la sucesión de secuencias, como en la inclusión de momentos de humor colocados con dosis justas. Todo el tramo final es alucinante. Pero además escalofriante, tan escalofriante como un país que naturaliza la ilegalidad y el atropello, empezando por los de arriba.