Ausente

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Intimo y presente

El concepto de ausente es tan ambiguo como rico en significados y de amplias lecturas. El primer recuerdo que evoca esa palabra nos acerca a un ámbito escolar donde pasan lista por nombre y apellido tal como ocurre en la rutina del profesor de gimnasia (Carlos Echevarría), un hombre algo introvertido que paradójicamente parece ausente dentro de su entorno que no lo registra o simplemente distante e indiferente cuando interactúa con su novia (Antonella Costa) y ella pretende hacerlo partícipe de sus charlas o comentarios sin otra respuesta que una evasiva o el más terrible de los silencios.

Sin embargo, la ausencia esconde un doble sentido: marcar la presencia de algo que ya no está, que no volverá o resaltar lo que sobra cuando es notorio que algo falta. ¿Será el amor?; ¿O tal vez la amistad sin prejuicios ni miradas inquisidoras? Afortunadamente Marco Berger no responde ninguna de estas inquietudes y se propone romper códigos tanto de género como de contrato con el espectador para sumergirnos en el sugestivo y perturbador universo de su segundo opus Ausente, ganador del premio Teddy como mejor película de temática gay en Berlín y que se estrena durante todo el mes de Agosto en el Malba los días viernes y sábados.

En primer lugar, sin anticipar demasiado de la trama para conservar las expectativas, el director de Plan B construye sutilmente un relato de obsesión amorosa invirtiendo roles entre un alumno (Javier de Pietro) de 16 años que se las ingenia para invadir la privacidad de su profesor de educación física jugando el papel de muchacho desprotegido. Esta suerte de femme fatale del cine negro pero en versión masculina -interpretado soberbiamente por Javier de Pietro- es un recurso poco visto en películas de este tono y muy explotado con chicas adolescentes y atractivas en películas de clase B o mediocres intentos de cine exploitation, que por lo general mueren en el cable.

A diferencia de estos productos lo de Marco Berger es doblemente meritorio porque maneja con inteligencia y mucha precisión la gradual tensión sexual y erótica que se desata a partir del encuentro azaroso de los dos protagonistas.

Circunscribir el film al terreno de la temática gay exclusivamente resulta por los valores cinematográficos y estéticos de Ausente, algo vago, superficial e injusto porque las coordenadas de un thriller psicológico están presentes en la primera mitad del relato, donde la atmósfera de suspenso es creada a partir de la banda sonora de Pedro Irusta más que por las imágenes, ricas en planos cercanos en tensión con planos distantes, los cuales precisamente marcan el juego de seducción yuxtaponiendo los límites y la trasgresión de esos límites constantemente.

Los espacios en los que la cámara fisgona de Berger transita -siempre evitando la asfixia de sus personajes- determinan el territorio de atracción y rechazo constante con una fuerte carga simbólica detrás. Ese microcosmos íntimo que sólo se resignifica en el ámbito onírico es el que representa con mayor énfasis la secreta contemplación entre víctima y victimario depende el punto de vista utilizado porque además encierra el aspecto oculto del deseo y por supuesto del tabú, prolijamente trabajado desde las miradas del entorno hacia el profesor.

La nueva apuesta de Marco Berger seguramente a muchos espectadores les resulte un tanto manipuladora por los caminos que va atravesando la historia. Prefiero pensar con menos prejuicio y sugerir otra interpretación que apela a la confrontación directa con el espectador no desde su rol pasivo de testigo sino en su inevitable empatía con los personajes, quienes en definitiva son aquellas ausencias que nosotros buscamos y necesitamos hacer presencia en una pantalla que nos seduce y nos separa de la fantasmática de la realidad.