Ausente

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La ley del deseo, y del misterio

Thriller de lograda tensión sexual y psicológica.

Los dos primeros tercios de este thriller traccionado por el drama psicológico dan batalla, tal vez, entre lo mejor que se vio este año en el cine nacional. En Ausente , el misterioso, angustiante, tenso vínculo entre un profesor y un alumno en torno de la sexualidad está abordado con sostenido nervio narrativo y una estética, fragmentaria, que nos atrapa con su ambigüedad. El segundo filme de Marco Berger ( Plan B ) superpone, en sus mejores pasajes, algo del estilo Alfred Hitchcock con algo del estilo Lucrecia Martel, sobre todo en sus atmósferas recargadas, enigmáticas, asfixiantes.

Una pileta de natación en un ámbito cerrado (como en La niña santa ). Un alumno de 16 años -de una escuela de clase media-alta- que se queja de una molestia en un ojo. Un profesor que decide acompañarlo a un centro de atención. Al regreso, el chico explica por qué no puede volver a su casa y, en una suerte de después de hora, el profesor lo invita a que pase la noche en la suya... El estudiante y el docente son interpretados por Javier De Pietro (Martín) y Carlos Echevarría (Sebastián) con extraordinaria solvencia.

Martín, que por edad debería ocupar el lugar de la ingenuidad, parece ser manipulador. Sebastián, cuya pareja (Antonella Costa) no va a dormir esa noche con él, nos transmite -a través de pequeños gestos- su sensación de incomodidad y, tal vez, de deseo reprimido a punto de convertirse en realidad. Sentimos, cada vez más, que está atrapado en su propia casa, en sus impulsos, en una serie de prejuicios suyos y ajenos, instalados con sutileza -con mucho uso del fuera de campo- por el director.

En el último tercio, la trama da un giro brusco, inesperado, que nos empuja al análisis retrospectivo, al replanteo lógico y a cierta sensación de artificio, aunque éste sea deliberado. Los personajes femeninos, secundarios, no se muestran muy lúcidos: la misoginia podría estar en la subjetividad de Sebastián, el que marca el punto de vista, aunque no siempre veamos a través de sus ojos. El resultado, de cualquier modo, es muy satisfactorio. Berger ya ha dejado de ser una promesa.