Astro Boy

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

A volar, sin los anteojitos 3D

El pequeño héroe robot llega con toda la parafernalia del siglo XXI.

Pasa en muchas familias: el héroe de alguna situación es un niño y no sólo parece más adulto que los grandes: lo es. Toby era un niño entusiasta e inteligente, pero un hecho fortuito -o cierta negligencia de los grandes- terminó con él. En su momento, década del '60, Astroboy ofició como un cruda metáfora tras las bombas arrojadas por los estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki.

Tanto en el manga original como en la serie de TV, Toby moría en un accidente automovilístico en la futurista Metro City. El problema era que conducía él, que no tenía más de 8 años, luego de ir a visitar a su padre, un científico que no tenía tiempo para llevarlo al museo. En la película del codirector de Lo que el agua se llevó, la muerte de Toby es, si se quiere, más tremenda: Toby queda del otro lado de una cortina que podría salvarlo de unas radiaciones y de una posterior explosión (¿alguien dijo Hulk?).

Lo que sigue es lo mismo: su padre pondrá todo su empeño para "revivir" a su hijo (¿y la madre?), pero creando un robot, al que hará similar e instruirá como si fuera Toby. Y le hará creer que es su hijo. Pero... ¿Toby no se da cuenta de que puede volar, y sus compañeros, no?

No es tiempo de hacer preguntas en el primer capítulo -en la serie el padre se volvía loco porque Astroboy no crecía-, porque hay una ciudad, y un mundo por salvar.

Aquí, la ciudad en la que los robots hacen de todo en beneficio de los humanos está como suspendida en el aire. Abajo está la Tierra, convertida en un mundo de desperdicios, chatarra (¿alguien dijo Wall-E?), con un malvado exprimiendo niños (¿alguien dijo Stromboli, de Pinocho?). Sin olvidarnos del presidente Stone, cuya avaricia derivó en la muerte de Toby, ya que quiso utilizar la energía azul (buena, contraria a la roja: mensaje anticomunista) para que un prototipo de enorme robot le devolviera el poder que parece estar perdiendo ante la ciudadanía (¿alguien dijo Bush?).

Claro que los chicos poco y nada entienden esta simbología, y está bien que así sea.

Astroboy comienza fuerte, y poco a poco va mutando en una aventura con rasgos de humor, sobre todo a medida de que el héroe va descubriendo sus poderes (tiene armas en la cola, lo que despierta las risas de los más pequeños) y toma contacto con los niños de la Tierra, en donde deberá enfrentar a otros robots, muy a su pesar.

El mensaje ecologista está a la orden del día. Y este Astroboy no precisa, para volar, que nos calcemos los anteojitos de 3D. Sólo basta hacer volar la imaginación.