After - Aqui empieza todo

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

MONTAÑA RUSA UN CUARTO DE SIGLO DESPUÉS

Una de las creaciones que marcó mi infancia/adolescencia fue Montaña rusa, aquella telenovela con Nancy Dupláa y Gastón Pauls de los tiempos en los que todavía la televisión abierta marcaba la agenda de las ficciones. Vista a la distancia, es una serie que envejeció bastante mal, con elementos formales y narrativos insostenibles, pero que puede apreciarse con algo de simpatía irónica teniendo en cuenta que en el medio pasaron veinticinco años y que buena parte de las ficciones nacionales no fueron mucho más allá. Bueno, After: aquí empieza todo es como un capítulo malo de Montaña rusa, hecho en el presente.

El film (si es que eso que aparece en pantalla puede calificarse como cine) de Jenny Gage está basado en un bestseller de Anna Todd y se centra en Tessa, una introvertida joven recién llegada a la Universidad que, pobrecita, tiene una madre que no puede más de cuida y que se horroriza cuando ve a alguien fumando marihuana; un novio que todavía está en la secundaria y que le reprocha que vaya a una fiesta; y que encima tiene planes de seguir una carrera en economía o negocios, pero va a clases de…literatura. Tessa es una víctima, pero no de su familia, su pareja o el sistema educativo, sino del relato del cual es protagonista, que además la somete al padecimiento de enamorarse perdidamente de Hardin, un joven en pose constante de torturado por la vida, con un pasado supuestamente oscuro –pero luego apenas mencionado- y que se la pasa recitando o citando párrafos de clásicas novelas románticas, mientras dice descreer del amor. Todo esto pasa en los primeros quince minutos, ya queda claro que todo es inverosímil, subrayado, aburrido y va rumbo a ser un desastre absoluto…y todavía faltan casi noventa minutos.

Esa hora y media restante es un compendio de melodrama barato e intrascendente, porque por más que la película quiera forzar cada escena para cargarla de conflictividad y trascendencia, no hay un conflicto mínimamente relevante, a lo que hay que sumar que las actuaciones son paupérrimas (lo de Hero Fiennes Tiffin como Hardin es hasta preocupante). Tenemos los coqueteos banales con paisajes lindos de fondo; las escenas de amor filmadas como si fueran una publicidad de shampoo (y de los anti-caspa); los enredos y peleas inexplicables –Tessa lamentándose luego de cortar con su novio de la secundaria porque “perdí a mi mejor amigo” es casi una secuencia de humor involuntario-; las discusiones supuestamente serias pero cargadas de obviedad sobre Orgullo y prejuicio –menos mal que se les olvidó otro lugar común como es Romeo y Julieta-; los amigos de Hardin, que hacen cosas “re peligrosas” como el juego de verdad o reto, o tomar alcohol; y un largo e insoportable etcétera. También una revelación cerca del final al estilo Relaciones peligrosas pero sin ningún impacto dramático y un final que reivindica el poder del amor porque bueno, al fin y al cabo esto es como Montaña rusa, y todos sabemos que Mariana y Alejandro terminaban juntos, ¿no?

Eso sí, After: aquí empieza todo al menos sirve como ejemplo paradigmático de lo que podría decirse que es el momento preciso en que todos nos damos cuenta que se acabó una carrera artística. En este caso, hablamos de Selma Blair y Jennifer Beals, que supo tener una trayectoria prometedora a partir de films como Hellboy o La cosa más dulce, pero terminó acá, haciendo de madre de la protagonista, en un papel irremontable. Chau Selma, te quisimos mucho, pero estás en el horno.