Aquel martes después de Navidad

Crítica de Damián Serviddio - Suplemento Espectáculos

La introducción al “natural” borra todo prejuicio que se pueda llegar a tener con respecto a la desnudez en el cine. Es una graficación perfecta de ese estrecho vínculo de confianza entre los amantes, una cercanía que sólo se consiguen con amor, pasión y tiempo. Es cierto que no será la primera ni la última vez que veamos un triángulo amoroso, pero hay algo en las historias románticas intrincadas que nos continúa atrayendo.
El poderoso comienzo se diluye con el correr de los minutos y por momentos el público es invadido por el mismo tedio que sufre Paul. Las extensísimas escenas en planos únicos revelan la extenuante concentración y entrega de los actores, todos en perfecto tono con los personajes que debían interpretar.