Antes del frío invierno

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

¿Flores a mí?

Resulta por demás curiosa la imagen que las clases medias y altas europeas tienen de sí mismas: hablamos de esa típica burbuja socioeconómica apuntalada en ideales utópicos de perfección que funcionan como fachada de las miserias habituales de la humanidad en su conjunto, aunque en este caso volcadas hacia la autoindulgencia, la sequedad emocional, el seudo progresismo de siempre, la reverberación discursiva y una gran insensatez en lo que respecta a las relaciones familiares. Cuando el fuego de las protestas comunales y la marginalidad circundante amenaza con acercarse a sus mansiones, una y otra vez regresan cual infante caprichoso a la fantasía de la “metrópoli imperial” de antaño, situación que reinstala la xenofobia y despeja el terreno para una nueva victoria electoral de la derecha.

La “cinematografía nacional” que más ha trabajado estos tópicos es la francesa, ya que los galos son unos verdaderos especialistas tanto en el retrato del egoísmo snob de raigambre sectorial como en la apología -más o menos consciente- de ese ombliguismo pedante que termina derivando en una autodestrucción simbólica o reconversión moderada en lo que hace a los intereses/ estrategias de clase. Los ejemplos son cuantiosos y se parecen mucho a nivel formal, al punto de que en ocasiones cuesta diferenciarlos. La presente Antes del Frío Invierno (Avant l’hiver, 2013) no sólo combina las perspectivas crítica y celebratoria en igual medida sino que además no se decide entre el drama de alcoba, el thriller de invasión de hogar y la tragedia rimbombante centrada en el “crepúsculo” de otro burgués soporífero.

Aquí nos reencontramos con dos figuras harto repetidas en esta suerte de “subgénero” que definitivamente tiene una gran llegada en el circuito de festivales internacionales del viejo continente: hoy Daniel Auteuil y Kristin Scott Thomas interpretan a un matrimonio acomodado que entra en crisis en primera instancia por el arribo de misteriosos bouquets sin remitente y luego por la aparición de Lou (Leïla Bekhti), una joven -que trabaja en un bar y ejerce la prostitución- a la que el personaje de Auteuil adjudica la responsabilidad de las inmerecidas flores, lo que conduce a un andamiaje ciclotímico de amor/ odio por parte del hombre hacia la señorita. La linealidad narrativa y la torpeza con la que se administra el triángulo amoroso impiden un desarrollo verosímil de la “conciencia social” en cuestión.

Lamentablemente Philippe Claudel, un escritor devenido guionista y director, encasilla el relato en una levedad indeterminada, no profundiza en los aspectos más grises de los protagonistas, divaga demasiado con escenas inconducentes y para colmo establece un pulso aletargado que ni siquiera podemos calificar de “meticuloso”, gracias a que en realidad se asemeja a su homólogo de la comedia indie norteamericana de inflexión abúlica. Desaprovechando el catalizador por antonomasia, la tercera en discordia, y obviando en buena medida la premisa inicial vinculada al suspenso hitchcokiano, refritada por ejemplo en Caché (2005), lo único que queda en pie para rescatarnos del tedio es la interesante actuación del elenco, el cual ayuda a que lleguemos a regañadientes al final de la película…