Antes de la medianoche

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Es la historia de un amor...

Celine y Jesse están de vacaciones en Grecia; se conocieron hace casi dos décadas, cuando eran dos jóvenes turistas, y se reencontraron diez años después en París. Ahora, alrededor de los 40 años, el peso del trabajo, las responsabilidades familiares y los altibajos de la pareja se cuelan en sus charlas y las convierten en discusiones.
Al director Richard Linklater le bastan menos de diez escenas para contar lo que quiere. Algunas están resueltas a través de admirables planos secuencia en los que los actores se lucen entregando parlamentos riquísimos a la audiencia. Otras están reservadas a la pareja protagónica, que sigue desarrollando esa larga disquisición sobre el amor, la pareja y las relaciones humanas que comenzó hace casi dos décadas a bordo de un tren con destino a Viena y que siguió nueve años después en el reencuentro en París. Ahora, el entorno es el Peloponeso y las circunstancias agregan elementos novedosos a la discusión, pero no hay mucho más (y nada menos) a lo largo del filme. Lo interesante es que Celine y Jesse (o, lo que parece ser casi lo mismo, Julie Delpy y Ethan Hawke) mantienen un duelo verbal y gestual con momentos imperdibles, y vuelven a construir una atmósfera en la que alternan el enfrentamiento, la ternura, la rivalidad, el humor y la ironía, amalgamados por el amor (y, cada vez más, los recuerdos). Tal planteo de la situación no puede sino despertar ecos (diferentes y personales) en cada uno de los espectadores; resulta imposible no sentir que, en algún momento, se exponen en la pantalla situaciones o reacciones cercanas a las experiencias propias de los que están en la platea. Y quizá allí pueda encontrarse el secreto de la eficacia de la propuesta.

Los créditos finales informan que Hawke y Delpy han participado en la elaboración del guión; quizá esto explique la fluidez y la consistencia de los diálogos de la pareja, material con el cual está edificada casi la totalidad de la película. El resto corre por cuenta de Linklater, quien, a puro cine, se las compone para vigilar que la tensión narrativa y el ritmo del filme no decaigan.

Sin dudas, quienes hayan visto las dos entregas anteriores de la saga aprovecharán mejor cada una de las escenas de este filme, pero los que nada sepan de lo acontecido hasta el momento, pueden verla sin problemas de comprensión en la trama.

Resulta gratificante comprobar que en medio de tanto efecto especial, animación computada y vértigo narrativo en la pantalla, todavía es posible apostar a un cine en el que es el diálogo lo que sostiene el interés de los espectadores. Que no es indispensable que aparezcan mutantes, zombies o robots gigantescos. Y que un puñado de excelentes interpretaciones pueden divertir (en el más estricto de los sentidos) tanto o más que una sucesión de explosiones, choques y persecuciones a gran velocidad.