Anomalisa

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

Muñequitos caídos en el abismo

Realizada con una técnica de stop motion, esta notable obra del guionista y director obtuvo una nominación a los Oscar en el rubro animación. A pesar de ello, el film sólo logró permanecer una semana en la cartelera local.

Analizar el cine de stop-motion debe tener como referente, precisamente, el cine de stop-motion. La animación es una disciplina autónoma, que comparte aspectos con el cine de acción real, pero por lo demás esencialmente distinta. Entonces, ¿qué es lo que hizo a Charlie Kaufman animar muñecos? Por un lado, se sabe, la propuesta del animador Duke Johnson; pero por otro, la coherencia con el alma de una historia de origen teatral, que sabe tener en estos muñequitos de acción premeditada su respuesta fílmica.

Esta respuesta rebota con las temáticas que obsesionan a Kaufman, guionista de ¿Quieres ser John Malkovich? y Ladrón de orquídeas; realizador de Sinécdoque, New York y Anomalisa, film nominado al Oscar que profundiza en la tarea de una de las mentes más brillantes del cine contemporáneo. Basta con repasar su filmografía, temáticas y estética, para corroborar lo lejos que Kaufman se sitúa de un presunto golpe de efecto. Kaufman, a todas luces, tiene mirada de cine; es decir, puesta en escena. Si elige stop-motion es porque necesita del stop-motion.

Por eso, mejor reparar en las máscaras de sus personajes en estado de abismo. El protagonista es un escritor y orador motivacional, en visita a una ciudad donde dará una conferencia sobre las sonrisas para el consumo. Si bien nodal, la referencia quedará en segundo plano, ya que Michael (en la voz del gran David Thewlis) no se caracteriza por ser lo que sus libros dicen, mientras relee la carta de un viejo amor, fantasmas de otro tiempo le siguen, y conoce a otra mujer en el hotel, la excepcional Lisa (Jennifer Jason Leigh).

El alcohol, la noche, su tiempo extrañado, la distorsión entre sueños y alucinaciones, darán razón a Michael como el títere que en el film es, si bien atenazado por decisiones sólo suyas. Lo que pasa es que Michael no sabe porqué las ha tomado. Las vicisitudes le llevan a reencontrarse con ese lugar y momento críticos, a rever lo hecho, hasta el paroxismo de espejar lo sucedido con lo que ahora le pasa. Lo que pasa, eso sí, no estará muy claro si se corresponde con los mundos diurno o sonámbulo.

En todo caso, Anomalisa --contracción entre anomalía y Lisa, así como sobrenombre para un estado alterado-- perfila una sensación de doppelgänger, que hace a Michael desvariar hacia el espíritu del "William Wilson" de Poe. Toda acción, vale atender, estará atravesada por este sesgo, así como sus personajes: de a dos o desdoblados. ¿Qué es lo que ocultan las máscaras? Pero también, ¿puede filmarse un sueño? Tal vez, los protagonistas de un intento semejante sean como estos "muñequitos" de almas dolidas, que sienten lo que sus soñadores no se atreven a mostrar de otra manera.

Así de pudorosa es Anomalisa, una película tan perturbadora como lo es el mundo de Kaufman, realizador de sentimientos encontrados, raramente replicados, con la confianza puesta en el sueño del cine y en unos muñecos cuyas máscaras esconden una mirada huidiza, profundamente sensible.